Padre mío, de tu hombro emerge mi hombro;
de tus manos toscas, mis manos pulidas.
Es momento de pagarte con la vida,
lo que por mí hicieron tus heridas...
Trabajas sin descanso en esta holgada pobreza,
la gasa oprimida, cruda, y tú sigues. Esa es tu pureza...
Tu ser inquebrantable, voluntad dichosa y firme,
Sembrado al brío de tus ojos, los adoquines labrados de osadía
por el afán de mi porvenir, tu esencia se desgasta día a día.
Tu corazón robusto, copa ancha y gruesa,
tus manos como hojas elípticas,
aserradas al margen...
Tu alma brusca, áspera como un peñasco que se levanta en el mar.
Mirada ruda, que en su rescoldo se alza el iris agreste...
Te rompiste el lomo por mí, por mi futuro,
ni el sol infierno ni el frío invierno sofocó tu coraje.
Papá, tu sacrificio no será en vano.
Yo lo sé... He visto el arduo cansancio derramarse entre tus brazos.
¿Cuántas veces mis ojos se quedaron callados al verte preocupado?
¿Cuántas veces se volvieron mudas mis manos,
para no palpar el eco de tu silencio?
¿Cuántas veces aislé mis sentimientos,
para no expresar lo que por ti siento?
Y aunque en el tablero de la vida, Díos te haya puesto peón,
la ficha más humilde...
Yo le doy gracias a mi Dios, de haber sido tú, porque para mí tú, ya eres un campeón.
Reconozco tu esfuerzo, tu labor, tu lamento.
Por eso te bendigo, mi Padre querido, ahora es mi turno.
Mi corazón, mis manos, mi alma, mi mirada.
Ahora te lo pago con mi sudor que una vez surcó tu frente...
Al presente, mi alma ligera como el suspiro del viento,
por eso padre en estas lín
eas yo, respondo tu aliento...
- Autor: Samuelkshe ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2024 a las 09:56
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Lualpri, Augusto Fleid, Pilar Luna, Paolo Gil Euceda, Sergio Alejandro Cortéz
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