Apoyo mis pies,
en la tierra que discurre,
en la tierra derramada.
Inagotable mutación,
imperceptible y manifiesta.
Danza infinita.
La tierra danza
al ritmo del corazón
del universo,
que es el mismo latido
del corazón del sol.
Todo danza.
Todo es danza.
Enseñamé a escuchar.
Detrás del ruido,
detrás del detrás.
Danzan los árboles,
y acarician el cielo.
Los cadáveres danzan,
en el abrazo de la tierra
nutriendo,
transformándose.
Danzan el mar y la luna,
las abejas y el polen,
elefantes y mariposas.
Todo danza.
Todo es danza.
Enseñamé a silenciar mi ruido,
y a oír la música
de los astros y la hierba.
Ensañamé a sentirla
en cada partícula que me constituye,
en cada partícula
que danza y canta,
a través mío,
desde mí,
con todo lo que es.
Lumínicos hilos
vibrantes de danza y música
tejen mi destino incierto
en el telar etéreo
de mi cuerpo abierto.
- Autor: Edgardo Zouza (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 28 de septiembre de 2024 a las 10:03
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 11
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Augusto Fleid
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