CON LOS OJOS ABIERTOS

gaspar jover polo

CON LOS OJOS ABIERTOS

 

Una vez instalados dentro de la sala

del cine, los ojos permanecían muy dispuestos

a recibir todo tipo de impresiones,

los ojos nuevos, infantiles

aunque también militantes,

dentro y a oscuras enfrente de la gran pantalla,

donde aparecía un autobús enorme

con el logotipo de un galgo a la carrera

que atravesaba el inmenso conjunto

del interior norteamericano.

Y como el cine ya no era

en blanco y en negro sino en cinemascope,

el galgo estampado en el lateral

lucía brillante, saltarín y colorista,

y el sol penetraba con energía

en el vehículo en ciertos tramos

y daba imparable contra el pelo

y los ojos azules de la rubia

protagonista, y desde entonces

acompañábamos a la pobre muchacha

en todas sus vicisitudes, que eran muchas,

y en sus momentos también de júbilo y amor.

Y como las películas venían desde Hollywood,

los personajes salían siempre rubios,

altos a lo largo de un país pletórico,

lleno de energía en sus pequeñas localidades,

pueblos, restaurantes, gasolineras, tiendas,

y en la mayoría de sus ciudadanos,

con esos potentes y aparatosos

vehículos motorizados que llenaban la calle.

Y en medio de semejante despliegue  de luces

y de sonidos, quedábamos por un rato envueltos

por aquella realidad tan cotidiana que,

sin duda, debía existir allá por el Medio Oeste.

justo al otro lado de la enorme oquedad.

 

Gaspar Jover Polo

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