Diario (04 octubre 2024)

Matias 01

“No hables…” -me dijo-a menos que mejores

el silencio”

Entonces la abracé con fuerza

y de sus cerrados ojos se liberó una lagrima,

me abrazó,

luego se soltó y me dejó partir.

 

“Quédate conmigo…” -le decía mientras me iba

alejando- “no seamos piezas de un mundo

despedazado

que se va esparciendo en la nada…”

 

“Regresaré, regresaré…” –murmuraba el eco,

adentrándose a mi desierto.

 

El regreso se hizo largo, impronunciable, sin esa

voz agresiva

de las promesas que no conocen la distancia,

lleno de fechas vencidas

y cuevas atmosféricas dirigiéndose al norte

de la desesperación.

 

¡Ya estoy aquí! –la voz despertó al abismo, el aire

del nunca más

golpeó el pecho de su respiración,

los ojos se abrieron para dejar correr un río 

hacia su destrucción.

¡Ya estoy aquí! -el eco repitió como un loro,

como llamando a despertar a la sangre de su sueño

y crónico letargo.

 

El tiempo, el espacio, las voces no son lo mismo,

la vida lleva la mirada

de los que miran largamente sin parpadear.

La cuidad, el pueblo, la gente, los perros.

¡No lo sé!

No me conocen los colores dramáticos

de las calles, no me conoce la realidad que circula,

nadie, nadie me recuerda.

Es como si llegara de alguna eternidad.

 

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