La dulce respiración de tus palabras sofocaba la habitación donde vivía y ahora peno, ahora, así como Dios a un recién nacido indefenso, déjame que te cuide con la energía que robó de los miedos del mundo.
En tus quehaceres, te deslizaste en tu baño húmedo, pero en mi reacción de privilegio te socorre mi fantasma que sostiene firme la arquitectura de tu mano, en las peñas y montes quebrados te daba equilibrio, en la cocina me quemaba por ti, hasta luchaba contra otros espíritus por ti, quiero cuidarte hasta la eternidad así me haya muerto, cuidarte cómo Dios a un recién nacido indefenso.
Ya es hora de que ardan los cereales, cómo amo tocar sobre tu mano la taza caliente de café, la misma taza que me conduce a sentir tu calor. En el pan, por las tardes, el trigo de tu cuerpo era calentado por mi amor.
En hora de la noche, y todo lo magníficas, haces de este poema una biblia, un solo roce tuyo florece la rosa marchitada, una orden tuya es el privilegio de un soldado. Por eso lo mío es amarte incluso con la fuerza de la adversa muerte. Amarte incluso sin tener conciencia.
- Autor: Eros Corzo Camacho ( Offline)
- Publicado: 6 de octubre de 2024 a las 16:40
- Categoría: Amor
- Lecturas: 21
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Josué Gutiérrez Jaldin, Mauro Enrique Lopez Z., alicia perez hernandez
Para poder comentar y calificar este poema, debes estar registrad@. Regístrate aquí o si ya estás registrad@, logueate aquí.