Horas clandestinas gobiernan mi calendario,
inusuales instantes donde brota
la fuerza suprema, canalizada a través de
lo carnal, lo intelectual o lo espiritual,
y entre esa irrisoria equidistancia
se me va la vida viviendo vivencias.
Incomparable y semejante es el ser,
ese que divaga entre las líneas de un tiempo idealizado,
programado para ser el ente que mide
desde la edad, cuanto debe tenerse según el numero.
Escribo sentado en una mecedora nicaraguense,
cuya musedad aumenta la belleza de la misma
con el pasar de los años,
me balanceo al compás de mis pensamientos,
pues se que esto al igual que una canción de cuna,
es una oda al sentimiento.
Cuando todo pasa, queda todo o nada,
pero cuanto queda es lo que se espera,
abrir los ojos, para ver más allá
de lo que con ellos no se puede ver,
suavidad en medio de la dureza,
fe por encima de la tibieza,
eso es la riqueza,
una alma que contempla con sabiduría
que de la tristeza viene la alegría.
Agradecer lo que se puede ser
en medio del desnivel
que funge entre el discernimiento y el hacer,
una incógnita eterna que yo no se como resolver.
Se contiene mi sistema,
se abstrae y retrae,
solo saber deseo
si tengo ligero mi equipaje.
- Autor: Enigmático (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 11 de octubre de 2024 a las 07:12
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Augusto Fleid, Antonio Pais, La Bruja Irreverente, Josué Gutiérrez Jaldin, Martha patricia B, Mauro Enrique Lopez Z., Sergio Alejandro Cortéz
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