Teatro interior (cuento) / Confidencias ante la vela

Romey


AVISO DE AUSENCIA DE Romey
Me retiro a mi soledad eterna.
Enciendo esta noche una linterna
entre el frío que por esta ventana
entra a borbotones, como mi alma
en la muerta materia desvencijada
haciéndola jirones de blanca niebla.
Me retiro a mi soledad eterna,
aunque nunca daré por perdida
aqueya estreya que briya a oriyas
de mi vida, entre marea y arena...
Me voy volando al alba al despertar
a esta realidad tan extraña,
que se sueña, es la verdad...
Me voy flotando en una ola enfática,
a toda velocidad, cortando las aguas,
y la gran distancia que nos separa igual.

Vería el vacío a una distancia prudencial, conmovido por la angustia nacida en un arrebato elusivo, sabiendo que todo el escenario se reduciría hasta convertirse en una lágrima de algo similar al odio. Pero otra cosa tendría que ser esa forma de moverme al modo rebelde, tras el cristal, actuando, cobrando propiedad y albedrío en un espacio y en un tiempo distintos. Vería acaso mis manos agitándose en el aire frío, la mirada de hielo contenido, y vapor de un suspiro, un fulgor exhausto resistiéndose a la gravedad del vacío, en el que había caido con el peso de una lágrima de algo similar al odio. Un instante despues, dormido ya, sumido plenamente en las profundidades de mis otras sombras, taparía con mantas gruesas los espejos y me sentaría a reflexionar en mi butaca, abriendo un nuevo acto, inaugurando un teatro interior que seguiría representando espectáculos para mi sola admiración durante las próximas noches, si no hubiese sobrevenido, desde lo que ya no correspondería exactamente con la definición: reflejo de mis ojos cambiantes, una lágrima de algo similar al odio, una multiplicidad infinita de emociones verídicas. 
Y la función terminaría así: yo desaparecería del cristalino universo paralelo para siempre, cual vampiro, y haría mía la noche, dejaría de fingir la angustia para conciliar el desequilibrio sentido en el vacío. Embargado conscientemente por un aura de decadente romanticismo quemaría mi gran repertorio de disfraces, el telón y los edificios y árboles de cartón en el briyo cegador de una sonrisa maraviyosa, parecida al amor, pero otra cosa...

 

 

Rutila veneno en una gota de tiempo

El bosque es todo un enredo de hilos

Últimamente mi fuego se alza en cimientos

como con los eslabones bien cosidos

 

Pero no discrepo de eyo, apenas recibo

lapsos incrédulo, yo que sí que creo

laberintos donde cierto Teseo anda perdido,

lastimado de un nervio egótico y perverso

 

Ya pues él resignado a sus ritos

orgiásticos, sobrando delirios insanos

y garantizándose suplicios, carraspea

 

Cuando yo, del vértigo auspicio

inconforme con lo conocido, catártico

equilibrado en el quicio, me filtro a las venas




Paso liviano centeyeando

donde el márgen del mundo

converge en un cruce de luces

La viva metáfora va fluyendo

 

con las dulces olas que emergen

de un pecho de piedra fría

Latente emanación del cielo

Corazón fundando movimientos

 

en la superficie incandescente

Desteyos azules tras el vidrio

Flote de sustancias mágicas

 

vueltas sus caras hacia el orígen

En lo incierto incognoscible

aparecen entonces ríos internos





Profundas las raíces y en el límite

sobre la forma del viento la luz

se esparce como el sabor hermético

que el horizonte humedece beyamente

 

Un sueño galante se define con caricias

de la mente vislumbrada en el seno

cuando alguna ola de risa se eleva

desbordante y tan sensible a mi constancia

 

en cierta correcta consecuencia precisa

cuyo gozo nos presenta el paraíso

entre varias pirámides durante un instante

 

que promete perpetuar semejante maraviya

ante los ojos fulgentes de la esfinge felina

innumerables estreyas sin respuesta todavía

 

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