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Samuel Posada

 

Hay que ver,

en lo que nos hemos convertido, 

frio congela ya el agua por mi cuerpo,

cuanto duró el estío sabe nadie cuánto,

y de las palmiras, jacintos y claveles 

del corporal aceite helo montañas lacivas 

que olvidó estridente. 

 

Cuantas vidas en la cama se han hecho,

nadie sabe cuánto, 

si tan solo ejerciéramos los números de la noche,

ejecutaría el sol miradas beatas a los cosmos de tu rostro, 

por pregones irían tus peregrinos andando de tus pies,

el único devoto aferrado quedaría 

en los ocres cariños que has dado.

 

Cuantas flores recortaste en el gélido jardín, 

sabe nadie cuánto, 

más la lluvia de abril en sus esmeros estriba 

y a la pobre planicie ni palmiras, ni jacintos 

dan al alba empobrecida. 

 

Epistolares recuerdos de todos los meses, 

uno tuyo, 

uno mío. 

De que nos sirve,

sabe nadie de cuánto.

Tierras eslavas te han tomado,

a ti que eres sur y ventaja, 

del mare Nostrum.

 

límpido meridión dejan los estorninos,

te has ido y el llanto es la primera de las últimas 

que el día recula en los tercos sin fines 

de los crepúsculos 

 

En tanto se contempla

mi cuerpo sostenido por cariátides,

una,

dos,

tres,

las que se van uniendo, 

más estío quiero yo que me sostenga

con tus alas, adarajas y torso entero. 

 

Sabe nadie cuantos

han pasado por la vía,

destacables son el eco moreno de tu voz 

y los narcisos individuales que das sin culpa

ni deriva al cuerpo del amor. 

 

 

 

 

 

 

 

 

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