Él

Lara A.

Él, que atravesó tormentas impuestas con los ojos vendados, que su forma de revolución fue con un cálido beso;
Que no dudó ni por un segundo cuando mi mundo se desbarrancaba completamente, donde eran más interrogantes que certezas.
Él, que con contemplar un ápice de luz en sus ojos, curaba heridas que no provocó e iluminaba oscuridades cuál navegante vagando en las tempestades del océano;
Que su forma más sencilla de amarme fue la paciencia, que no dejó vencer nunca sus convicciones.
Él, que desde nuestro encuentro dió vuelta mi mundo y me mostró con delicadeza que, detrás de las mil murallas que alguna vez construí, todavía quedaba un corazón que deseaba con todas sus fuerzas volver a latir.
Es por ello que, con tanto y más, merecía el paraíso en lugar del infierno que me abrazaba; y es que aunque sus suaves alas me protegían, la realidad es que no podrían sacarme ni en mil años de la esencia real en la que me conoció...
Quizá esa debía ser nuestra historia; contemplarnos en el sin fin en que se besan el sol y la luna, pero amarnos eternamente en penumbras.
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