El alma que se cura
a sí misma puede curar
a las demás.
—Pitágoras
Cúrame —voy a elegir
esa palabra de la cita—,
cúrame tu ausencia,
el fuego apágalo, quema
y quema como arañando
adrede el torso de la espalda,
cúrame con tu presencia,
—después vete si quieres—,
y dame un trocito, un adarme,
de tu olor para que guardado,
en el bolsillo del pantalón,
pueda, con meter la mano,
impregnarme de ti, de ese día,
de tu recuerdo, y llevármelo
a la cara, restregarlo boca a boca,
chupar los dedos como poseyéndote,
y derramarme allí mismo, donde
se tercie, de la sabia que me provocas.
Cúrame, cúbreme la distancia
de hielo y nieve que media
entre tú y yo, mil kilómetros
que parecen una eternidad de asfalto,
y báñame con el deseo que todavía,
a pesar de la escarcha, guardas dentro
solo para mí, y sé volcán, aunque sea
solo una vez más, y ya morir tranquilo.
Cúrame, séme medicamento o panacea,
adminístrame in situ la sustancia
de la que mi alma precisa para estar serena,
para no presionarme con salir
al aire que me rodea y buscar asilo,
árnica, como paloma sin rumbo...
Cúrame, y hazlo mejor ayer que hoy,
que mi necesidad de ti es de una perentoriedad
que flipas, tanto que si pasa de hoy
que llegas a mis inmediaciones optaré
por cambiar de médico y solicitar uno de pago.
Más te vale, cúrame, baja ya de tan lejos...
- Autor: Albertín (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de octubre de 2024 a las 07:11
- Comentario del autor sobre el poema: Es la carta que le enviaría si fuese políticamente correcta, y conveniente.
- Categoría: Carta
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Alexandra L, Mauro Enrique Lopez Z., Augusto Fleid, EXO
Comentarios1
Genial.
Gracias por tu elogio. Siempre viene bien el cariño en forma de palabra. Un abrazo hermana de tierra.
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