ÉL

Emilio Barrios

Él lo amaba; no cabían dudas de que a ella se aferraba.

 

Ella amanecía y lo engañaba; no había respuestas a lo que hacía; no la incomodaba.

 

Él lo esperaba en casa; ella toda fría, toda mal humorada regresaba; apenas saludaba.

 

Y no es que él lo merecía; siempre la respetaba, pero a ella poco le importaba.

 

Llega la noche; ella en la cama, alejada, él durmiendo por la pared como cucaracha hasta caer el alba.

 

Él esperaba a que ella se durmiera y por las madrugadas se levantaba, lloraba y litros de lágrimas de desconsuelo derramaba.

 

Ella decía que temprano en el trabajo se iría, pero en los brazos de un viejo amor en un hotel de la ciudad se perdía.

 

Él la adoraba, la idolatraba; decía a todos que como ella otra no había, no encontraría.

 

Ella, contraria a él, decía que fue un error haberlo conocido y si pudiera retroceder el tiempo con el viejo amor con el que se encontraba en ese momento, se quedaría.

 

Él a toda prisa quería llegar al hogar para verla y darle un tierno beso.

 

Ella le decía que no necesitaba caricias, besos, mucho menos tener sexo.

 

Él se levantaba de noche para pensar en un rincón fuera de la habitación, porque sospechaba engaño.

 

Ella a pesar de tantos años jamás lo amo de verdad, pero no quiso dar un paso atrás y decidió ocultar su traición.

 

Él no demuestra su pena, ni dolor, ni desconsuelo; su mirada fija al suelo, tragándose su sufrimiento.

 

Ella juega de a dos, tirando los dados, dejándolo todo a la suerte, fingiendo ser mujer fuerte.

 

Él se levantaba por la mañana con un dolor en el pecho, viajaba con su mirada perdida en el paisaje y ya ni siquiera escuchaba lo que murmuraban por la calle.

 

Ella, desnudándose cada jueves o viernes con aquel amor que lo trataba como un objeto barato, mintiéndose a sí misma y destrozando un corazón.

 

Él utilizando las bromas y los chistes, haciendo reír como si fuera un payaso, para ocultarse debajo de ese caparazón.

 

Llego un día donde descubrió todo, donde el tiempo le dio la razón, y se desplomó.

 

Vio en un mensaje que a ella le decía un extraño para él, "buenas noches, mi vida, buenas noches, mi amor".

 

Para él desde ese momento todo se derrumbó; hoy vive desconfiado, derrotado, humillado, pero se resigna diciéndose así mismo. "Ella cambiara aun es temprano".

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