Las luciérnagas iluminan el oscuro ocaso de dos amantes

Augusto Fleid

 

El viento entrelaza  

tu cabello como hilos de oro,  

una hoja errante  

baila en el fulgor  

de tu mirada.  

 

 

La luna desciende,  

visita las hadas del crepúsculo,  

y una idea salvaje  

se agita en mis pensamientos,  

danzando en el rincón de mi mente.  

 

 

Tus ojos,  

cautivos del lomo de Sagitario,  

son destellos de un universo,  

y una diosa frenética  

zapatea en la azotea de mis sueños.  

 

 

Tus curvas se deslizan  

en abismos infinitos,  

y mis dedos errantes  

zigzaguean por senderos  

de tu piel iluminada.  

 

 

Las luciérnagas a tu alrededor titilan, 

bajo los girasoles de Casiopea,  

y tu boca desenfrenada  

se lanza hacia el sur profundo,  

como un susurro ardiente  

desde el eco de mi ser.  

 

 

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