1 hora

Anonimata


No pido más que sesenta minutos, 
un simple fragmento de tiempo, solo una hora para tenerte aquí, para que el mundo, aunque breve, vuelva a girar en el eje de tu risa, para enredarme en el calor de tus brazos y encontrar en tu piel ese refugio 
que tanto extraño.

Dame una hora, para recorrer con mis dedos las rutas que se escondieron en tu cuello,  para perderme en el aroma de tu cabello, ese que me trae recuerdos de cielos naranjas, de atardeceres que parecían eternos, cuando no había nada más que nosotros y el mundo era un susurro a nuestro favor.

Solo una hora para mirarte, para encontrarme en la profundidad de tus ojos y sentir cómo el deseo, como fuego antiguo, resucita entre mis venas. 
Déjame recorrer tus labios, probarlos otra vez, como quien saborea la última gota de miel, como quien sabe que este instante es todo lo que le queda.

Es tan poco lo que pido, apenas un respiro en el tiempo, un destello que se mezcle con la nostalgia, una hora para entender si aún somos algo o si el recuerdo es el único que me abraza.

No necesito palabras, solo el silencio donde tus latidos me hablen como antes, donde mis manos te encuentren y el deseo haga de nosotros una llama que desafía al tiempo.

Dame solo una hora, no más que eso, 
para acunarme en tu pecho, para dibujar con mis labios  el mapa de lo que fuimos, para recordar el calor que extraño, el amor que aún llevo dentro, como un fuego que nunca se apaga.

Déjame vivirte otra vez, aunque sea solo una hora. Si he de perderte después, al menos que me queden tus abrazos como cenizas de este anhelo, como rescoldo de un deseo que ni el tiempo ha logrado apagar.

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