En el vasto tapiz de la humanidad,
se entrelazan hilos de incontables matices,
cada uno portador de historias, de sueños,
de esperanzas que palpitan al unísono
bajo el cielo de un Creador benevolente.
Predicamos, no con palabras vacías,
sino con el fervor que nace del amor genuino,
ese que no distingue rostro ni linaje,
ese que fluye libre como río en primavera,
llevando consigo el polen de la verdad
para germinar en los corazones dispuestos.
Nos convertimos en jardineros de almas,
cultivando con ternura el entendimiento,
regando con compasión las semillas de fe,
y viendo florecer, en el jardín divino,
la fraternidad que abraza toda existencia.
En el servicio a nuestros hermanos,
hallamos la esencia de un amor más grande,
ese que se preocupa, que se desvela,
que tiende la mano en la noche oscura
y enciende faroles de esperanza y consuelo.
Con cada acto de bondad, cada palabra de aliento,
somos arquitectos de puentes invisibles,
que unen las orillas de nuestras soledades,
y nos recuerdan que en el amor de Dios,
no hay extranjero, no hay forastero.
Oramos, no como ritual vacío,
sino como el susurro íntimo del alma,
ese que busca el oído atento del Padre,
ese que se eleva desde la profundidad de nuestro ser,
y se convierte en melodía en el viento celestial.
Porque en cada ruego, en cada lágrima,
en cada risa compartida y cada carga aligerada,
resuena el eco de una promesa eterna,
la de un amor que trasciende el tiempo y el espacio,
y nos une, en un abrazo infinito, con lo divino.
- Autor: Yeshuapoemario ( Offline)
- Publicado: 26 de octubre de 2024 a las 07:57
- Comentario del autor sobre el poema: Que el que ama a Dios ame también a su hermano (1 Juan 4:21). Una manera de demostrar nuestro amor es predicando con entusiasmo a todos sin excepción. Les predicamos a personas de cualquier raza, cultura y posición social o económica. Así colaboramos con Jehová, “pues su voluntad es que toda clase de personas se salven y lleguen a tener un conocimiento exacto de la verdad” (1 Tim. 2:4). Otra manera de demostrar que amamos a Dios y a Cristo es amando a nuestros hermanos. Por ejemplo, nos preocupamos personalmente por ellos y los ayudamos cuando están pasando por momentos difíciles. Los consolamos cuando pierden a un ser querido, los visitamos cuando están enfermos y hacemos todo lo que está en nuestras manos por animarlos si se sienten deprimidos (2 Cor. 1:3-7; 1 Tes. 5:11, 14). También oramos por ellos, porque sabemos que “el ruego del hombre justo tiene un efecto poderoso” (Sant. 5:16). w23.01 28, 29 párrs. 7, 8.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 12
- Usuarios favoritos de este poema: Yeshuapoemario, Augusto Fleid, Josué Gutiérrez Jaldin
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