Dedicado a la memoria de D. Juan Valera
Y Pepita me miró.
Y de la nada surgió entonces
una luz cenital
como de rayo,
como de ángeles sin mancha
batiéndose en serio duelo
con los caídos.
Sus ojos atravesaron las bóvedas
de firme arista y los contrafuertes
del recio templo -eso creía yo-
de mis fervientes reflexiones
de hombre cabal.
El cáliz brilló en la oscuridad
y mis manos se hicieron
encendidas coronas de adviento,
desconocida canción de cuna
y envés de palma en
la cuaresma de mi vida.
La tristeza, confundida,
salía por las vidrieras
entre alas
de cera y de miel.
Pepita me miró
y supe al fin
que Dios
me escuchaba.
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Autor:
Tomás Sánchez Rubio (
Offline)
- Publicado: 31 de octubre de 2024 a las 16:28
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Eduardo Rolon, Sergio Alejandro Cortéz, Augusto Fleid, Josué Gutiérrez Jaldin, EmilianoDR, La Hechicera de las Letras, Mauro Enrique Lopez Z., El Hombre de la Rosa, Ricardo C.
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