Que no salgan de su boca palabras corrompidas. Más bien, que todo lo que digan sirva para edificar a otros (Efes. 4:29).
En el tejido de palabras que hilamos día a día,
hay hilos que pueden herir y otros que sanan y abrigan.
Escojamos con cuidado el hilo con que tejemos,
pues cada palabra tiene el poder de cambiar el rumbo de una vida.
Como el alfarero moldea el barro con sus manos,
así nuestras palabras pueden moldear el espíritu de quien las escucha.
Que nuestras voces sean como la brisa que levanta,
no el viento que derriba, que construye y no destruye.
Que seamos constructores de puentes y no de muros,
que en nuestra boca resida la dulzura y no la amargura.
Que nuestras palabras sean semillas que germinen en jardines,
no espinas que se claven en el alma de los demás.
Recordemos que el eco de lo que decimos puede perdurar,
incluso cuando el momento ha pasado y las palabras se han olvidado.
Que lo que digamos sea un reflejo de lo que somos,
y que lo que somos sea digno de ser reflejado.
Que nuestras palabras no sean piedras en el camino de otro,
sino faros que iluminen senderos oscuros.
Que seamos recordados por la melodía de nuestro hablar,
y no por el ruido de nuestras quejas.
Que el lenguaje que escojamos sea el del amor,
que no distingue fronteras, culturas, ni razas.
Que nuestras palabras sean un puente entre corazones,
y no un abismo que separe a las personas.
Que la gratitud sea la nota dominante de nuestra sinfonía,
y la queja un silencio que apenas se perciba.
Que nuestras palabras sean como el agua que nutre,
y no como el fuego que consume.
Que seamos mensajeros de esperanza y no de desesperación,
que nuestras palabras sean bálsamo y no veneno.
Que cada palabra que pronunciemos sea un canto a la vida,
un himno a la alegría, un poema al amor.
Que recordemos siempre el poder que reside en la lengua,
y que ese poder lo usemos para levantar y no para derribar.
Que nuestras palabras sean como estrellas en la noche del otro,
que guíen y no que desorienten.
Que la sabiduría guíe nuestra lengua,
y que la compasión sea la medida de nuestro hablar.
Que nuestras palabras sean un refugio seguro,
y no una tormenta que azote.
Que seamos eco de lo bueno, lo puro y lo verdadero,
y que nuestro hablar sea un reflejo de lo que hay en nuestro interior.
Que nuestras palabras sean un regalo para quien las recibe,
y que ese regalo sea preciado y atesorado.
Que la luz de nuestras palabras ilumine los rincones oscuros,
y que esa luz sea guía y consuelo.
Que nuestras palabras sean un canto de unidad,
y no un grito de división.
Que la paz sea la melodía que nuestras palabras entonen,
y que esa melodía sea dulce al oído de quien la escucha.
Que nuestras palabras sean un abrazo en la distancia,
y que ese abrazo sea sentido y sincero.
Que nuestras palabras sean un reflejo de nuestra fe,
y que esa fe sea fuerte y verdadera.
Que nuestras palabras sean un testimonio de nuestra esperanza,
y que esa esperanza sea inquebrantable y eterna.
Que nuestras palabras sean un río que fluye con gracia,
y que ese río lleve vida a donde quiera que vaya.
Que nuestras palabras sean un jardín en flor,
y que ese jardín sea un lugar de encuentro y de amor.
Que nuestras palabras sean un canto a la creación,
y que ese canto sea armonioso y lleno de gratitud.
Que nuestras palabras sean un puente hacia el entendimiento,
y que ese puente sea sólido y duradero.
Que nuestras palabras sean una luz en la oscuridad,
y que esa luz sea esperanza y guía.
Que nuestras palabras sean un refugio en la tormenta,
y que ese refugio sea cálido y acogedor.
Que nuestras palabras sean un bálsamo para el dolor,
y que ese bálsamo sea sanador y reconfortante.
Que nuestras palabras sean una canción de alegría,
y que esa canción sea contagiosa y vivificante.
Que nuestras palabras sean un eco de bondad,
y que ese eco resuene en los corazones y en el tiempo.
Que nuestras palabras sean un himno al amor,
y que ese himno sea eterno y universal.
Que nuestras palabras sean un regalo de paz,
y que ese regalo sea apreciado y compartido.
Que nuestras palabras sean un reflejo de lo que anhelamos,
y que ese reflejo sea claro y puro.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la reconciliación,
y que ese puente sea fuerte y seguro.
Que nuestras palabras sean un canto de unidad y de paz,
y que ese canto sea unido y fuerte.
Que nuestras palabras sean un río de amor,
y que ese río sea profundo y caudaloso.
Que nuestras palabras sean un jardín de esperanza,
y que ese jardín sea floreciente y hermoso.
Que nuestras palabras sean un canto a la vida,
y que ese canto sea alegre y lleno de luz.
Que nuestras palabras sean un puente hacia el amor,
y que ese puente sea ancho y firme.
Que nuestras palabras sean una luz de esperanza,
y que esa luz sea brillante y cálida.
Que nuestras palabras sean un refugio de paz,
y que ese refugio sea seguro y sereno.
Que nuestras palabras sean un bálsamo de alegría,
y que ese bálsamo sea dulce y curativo.
Que nuestras palabras sean un eco de bondad,
y que ese eco sea largo y resonante.
Que nuestras palabras sean un himno al amor,
y que ese himno sea poderoso y conmovedor.
Que nuestras palabras sean un regalo de paz,
y que ese regalo sea valioso y duradero.
Que nuestras palabras sean un reflejo de nuestra alma,
y que ese reflejo sea luminoso y verdadero.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la armonía,
y que ese puente sea estable y perdurable.
Que nuestras palabras sean un canto de fraternidad,
y que ese canto sea cálido y acogedor.
Que nuestras palabras sean un río de compasión,
y que ese río sea generoso y abundante.
Que nuestras palabras sean un jardín de bondad,
y que ese jardín sea acogedor y lleno de vida.
Que nuestras palabras sean un canto a la creación,
y que ese canto sea respetuoso y agradecido.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la comprensión,
y que ese puente sea amplio y resistente.
Que nuestras palabras sean una luz de guía,
y que esa luz sea firme y clara.
Que nuestras palabras sean un refugio de amor,
y que ese refugio sea cálido y confortante.
Que nuestras palabras sean un bálsamo de esperanza,
y que ese bálsamo sea reconfortante y sanador.
Que nuestras palabras sean un eco de la verdad,
y que ese eco sea claro y fuerte.
Que nuestras palabras sean un himno a la unidad,
y que ese himno sea inspirador y unificador.
Que nuestras palabras sean un regalo de cariño,
y que ese regalo sea sincero y apreciado.
Que nuestras palabras sean un reflejo de nuestra fe,
y que ese reflejo sea firme y constante.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la paz,
y que ese puente sea seguro y confiable.
Que nuestras palabras sean un canto de amor,
y que ese canto sea dulce y armonioso.
Que nuestras palabras sean un río de bondad,
y que ese río sea claro y puro.
Que nuestras palabras sean un jardín de alegría,
y que ese jardín sea colorido y vibrante.
Que nuestras palabras sean un canto a la amistad,
y que ese canto sea sincero y duradero.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la felicidad,
y que ese puente sea sólido y alegre.
Que nuestras palabras sean una luz de bondad,
y que esa luz sea cálida y reconfortante.
Que nuestras palabras sean un refugio de serenidad,
y que ese refugio sea tranquilo y pacífico.
Que nuestras palabras sean un bálsamo de cariño,
y que ese bálsamo sea suave y calmante.
Que nuestras palabras sean un eco de la bondad,
y que ese eco sea duradero y profundo.
Que nuestras palabras sean un himno a la paz,
y que ese himno sea sereno y tranquilizador.
Que nuestras palabras sean un regalo de amor,
y que ese regalo sea generoso y eterno.
Que nuestras palabras sean un reflejo de nuestro corazón,
y que ese reflejo sea puro y honesto.
Que nuestras palabras sean un puente hacia la compasión,
y que ese puente seas tu.
- Autor: Yeshuapoemario ( Offline)
- Publicado: 1 de noviembre de 2024 a las 11:53
- Comentario del autor sobre el poema: Que no salgan de su boca palabras corrompidas. Más bien, que todo lo que digan sirva para edificar a otros (Efes. 4:29). Un cristiano jamás debería decir malas palabras. Pero podríamos hablar de forma hiriente de otras maneras sin darnos cuenta, y hay que tener cuidado. Por ejemplo, no deberíamos hacer comentarios negativos sobre gente de otras culturas, etnias o nacionalidades. Y tampoco queremos decir cosas que hagan sentir mal a los demás y los ofendan. Diga cosas que edifiquen y animen. En vez de quejarse y criticar, trate siempre de felicitar a los demás. No queremos ser como los israelitas. Aunque ellos tenían muchas razones para sentirse agradecidos, siempre andaban quejándose, y las quejas son contagiosas. Por culpa del informe negativo que dieron 10 espías, “todos los israelitas empezaron a quejarse de Moisés” (Núm. 13:31-14:4). En cambio, felicitar a los demás tiene un efecto muy positivo en ellos. Así pues, aproveche cualquier oportunidad para hacerlo. w22.04 8 párrs. 16, 17.
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, Ma. Gloria Carreón Zapata., Mauro Enrique Lopez Z., Yeshuapoemario
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