Flamma et Cinis

Ricardo Castillo.


AVISO DE AUSENCIA DE Ricardo Castillo.
"Yo no sé leyendas de antigua alegría, sino historias viejas de melancolía".
Antonio Machado.

¡Oh, pasado!,
antiguo y lejano lugar del tiempo,
edad de la inesperada sorpresa.
Tú, que siempre has sido llama y nunca cenizas,
¿en dónde mora tu juventud?
Yo, que nací en la dorada hora de la sol-edad
y ahora muero de auroras,
¿he de perecer acaso para regresar,
y ser al fin olvido?

Ah, reminiscentes horas de antigua primavera,
ardiendo en intenso naranja:
rojizos y amarillos colores de tarde sobre mi piel.
Quédate con mis palabras no dichas
y esta sombra estampada sobre la pared,
porque tuyo es lo que no existe.

Heme aquí,
con insomnio intemporal de pórtico y vieja mecedora,
en el crepúsculo triste de la tarde,
diluido en un recuerdo que desaparece tan pronto
como mis labios sedientos buscan el agua;
mientras mi edad advierte el paso de las horas,
y mi piel perece en los pétalos marchitos de una flor de avispa.
Muy tarde me doy cuenta de tu eternidad 
y de tu quietud;
muy pronto se avecinan
las horas postreras del día.

¡Suficiente sol por hoy!
Dejadme solo,
descansar en el olvido de los rostros
y lejos de las voces conocidas.
Ya nada nuevo queda en este lugar;
la pálida mañana será de otro,
de otro será…

Tú, que tienes la dicha
de ser siempre menos y nunca más,
¡devuélveme pronto al olvido!

¡Oh, mi desventura!
Llamando a la puerta
en la hora precisa.
¿Quién es el siniestro mandamás
que me condena a la vigilia?

Dime, hermoso amigo que estás del otro lado,
¿acaso escuchas mis sollozos?
He sido un hombre amable, y no fue suficiente;
he tenido quien me ame, y tampoco bastó.
¿Cuál es mi culpa?
¡Oh ventura, expúlsame de tu morada!

Mi joven compañero,
sé que no vendrás por mí,
que no podré regresar por ti;
pues no podemos pellizcar la piel
de la noche que nos separa.

Tú, que eres eterno, y yo, que soy mortal,
puedo intentar soñarte esta noche;
tú, que eres etéreo, y yo, solo carne,
siento tu ígneo soplo en el aire de la tarde.
Esta noche, mientras duermo,
¿arderán en tu fuego mis palabras marchitas
para no pronunciarlas más?

¡Oh! sueño convertido en llamas,
¿podrías abrir la puerta 
y salir de ese cristal de medianoche
(que es tu eternidad)
para vagar descalzo por estos campos de espiga?
Ven, querida gran alma,
deslízate por mis antiguas grietas
y oscuro temblor en mis rodillas,
para ser, sin tiempo, 
uno.

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