A tus verticales y devotas flechas
que llevan la fe hasta las nubes,derechas,
mástiles famosos ,que arañan las estrellas,
de un barco anclado, de seculares piedras,
a cuya sombra protectora creció mi razón,
¡cuánto las añora siempre mi corazón!
Tus calles angostas y viejas,
sendas de mis edades primeras,
rutas de llamas comuneras,
vías añejas de cidianos y jacobinos,
por donde peregrina el peregrino.
¡Qué nostalgia de queridos caminos!
A tus gentes de acreditada nobleza,
frutos de la raza madura de Castilla,
sobrias, tranquilas y sencillas,
ejemplos de probada gentileza,
¡cómo las recuerdo con tristeza!
A tu alto cerro , vigilante almenado
de la ciudad y los góticos pináculos ,
a vuelo de pájaro, sin obstáculos,
con ojos de tierno enamorado,
¡con qué ansia lo imagino escalado!
Tu breve río, de caudal escaso,
donde abrevara Babieca desterrado,
aguas donde se diluye la historia acaso,
¡cómo calmaría mi sed de emigrado!
A tu eterno frío, a tu viento helado,
a tu luz de invierno nevado,
a tus gélidas madrugadas
de manto blanco escarchado;
a tus cenobios y espadañas,
de tus campanas el doblado,
¡cómo los rememoran mis entrañas!
Urbe milenaria,infatigable luchadora,
castellana pura y muy elevada señora,
¡aquí me tienes,te brindo este homenaje,
de hinojos ante tu amado paisaje!
Nada me cuesta pagarte este peaje.
En mi alma guardo un puñado de tu tierra,
que jirones de mi vida custodia y encierra.
Por donde vaya te llevo dentro,
te publico, te proclamo y te siento.
Cuando puedo voy a tu encuentro.
No eres la cuna de mi nacimiento,
como madre adoptiva valoro tu esfuerzo.
Aunque lejos, siempre hay un hueco
reservado para ti en mi pensamiento.
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