Latidos que ahogan

Joseph Stuardo

Cuando estás frente a frente

A quienes torturan con la mirada

¿No sientes en tu pecho

Aquel puño palpitante?

 

Se siente cómo se inquieta

Intenta escapar de su jaula

Sube por la tráquea, se queda atorado

Y más se desespera

 

Burbujas sopla la mente

Que llenan entera la cabeza

Se vuelven asfixiantes

Al igual que el mundo

 

Se aguanta, no hay de otra

Se mantiene el rostro de foto

Se escucha como se puede

Bien portado, como se espera

 

Al momento que cierra la boca

Los pies se mueven por si solos

Un último adiós educado

Y se van, se marchan

 

El cuello se aprieta, se siente justo

Se pasa por entre caras iguales

Pero que no se ahogan

Y se busca silencio, calma, algo

 

Se cierra la puerta una vez dentro

Se oye la gente pasar por fuera

Las piernas se derriten

Se intenta pensar en que se está solo

 

Un intento de que el aire lo empuje

De vuelta a su sitio al puño

Golpea con fuerza, rápidamente

Se siente cómo duele

 

No te haz preguntado algún día

¿Cuándo para, cuándo se arregla?

Y una burbuja tuya que te da vueltas

Mientras más me escondo más me buscan

 

El puño se endurece

Más difícil se hace de tragar

Que duela, pero que se pase

Se debe volver ya a la mesa

 

El cuerpo y frente, cansados

Quedan con efectos secundarios

Tiemblan como terremotos

Y hace frío, como en nevera

 

Buscar ayuda, es la idea

No es que sea tan útil

Y mientras se toma el agua y azúcar

Se desea desaparecer, que nadie me vea

  • Autor: Jo Stuardo (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 9 de noviembre de 2024 a las 01:18
  • Comentario del autor sobre el poema: Recuerdo a medias (como todo lo demás) cuando me dio mi primer ataque de ansiedad o, como le llamaron, taquicardia. Fui de inmediato con la psicóloga del colegio, ya sabiendo por investigación previa a qué se dirigían mis síntomas. De ahí me llevaron a la enfermería, había más pacientes allí, sentí sus ojos sobre mí. La misma semana, aproximadamente tres días después, me dio otro. Esa vez fui donde la psicóloga, pero no estaba. Estuve unos cuantos minutos allí calmándome, aprovechando que era una sala pequeña y sin nadie, hasta que me ganaron otros nervios. Sentía como que en cualquier momento me encontrarían y me metería en problemas, ni yo sé por qué. Luego fui a la enfermería por las secuelas de la taquicardia. Desde entonces no me ha dado otro, pero temo que sean como los sismos y que, mientras más tiempo pasa, más grave será el siguiente.
  • Categoría: Sin clasificar
  • Lecturas: 13
  • Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, Annabeth Aparicio, Mauro Enrique Lopez Z., Antonio Pais, Eduardo Rolon, alicia perez hernandez
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