Cuando mi alma cruce la frontera invisible,
y mis pasos se pierdan en las sombras del tiempo,
coloca mi altar junto a la ventana,
allí donde la vida renace en calma.
Permite que el eco de mi esencia
se deslice, tenue, entre la madera gastada,
como un susurro, como la brisa suave
que atraviesa el umbral y polvo del todo o nada.
Que el sol de la mañana toque mis ofrendas,
como si despertara un sueño eterno en mí,
y que el crepúsculo, en su rojiza melancolía,
guarde mis secretos en el murmullo febril.
Sostén mi aliento, convertido en viento gélido,
y cuando la noche bese los cristales,
siente en cada estremecimiento de la brisa
el roce de mis palabras inmortales.
Que las velas prendan mi sombra en la penumbra,
y el incienso se eleve como un río sin fin,
llevando fragmentos de mi ser desvanecido
a rincones de tu alma donde aún resido.
Así, entre el murmullo de hojas y respiros,
como un eco cálido en la quietud que guardas,
mi amor será un velo etéreo y silente,
tejiéndose eterno, entre luces y sombras amadas.
No llores mi partida ni temas mi regreso,
pues no hay olvido en el altar que invocas:
yo soy el suspiro que el viento disfraza,
el fulgor en la ventana que jamás se apaga.
Así que, cuando mi alma decida partir,
coloca mi altar junto a la ventana,
para que en la brisa, como mañana,
mi recuerdo en ti pueda revivir.
Deja que entre cortinas me deslice,
y en un beso en tu frente pueda fluir,
como un último abrazo que te acaricie,
mi amor eterno, mi dulce souvenir.
- Autor: Dym (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 10 de noviembre de 2024 a las 12:58
- Categoría: Espiritual
- Lecturas: 14
- Usuarios favoritos de este poema: Antonio Pais, Josué Gutiérrez Jaldin, Eduardo Rolon, Mauro Enrique Lopez Z.
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