CUENTO CHINO PARA NIÑOS POBRES 

Elias Castellano Blanco

 

Cuando aquellos hombres

sedientos de poder, de mando y de dinero

se sentaron a la sombra de la higuera,

recibieron en sus bocas

las esperadas, flácidas, maduras y dulces brevas.

 

Todas sus rameras y efebos 

babilonios les bailaron la danza del vientre

con los siete velos, ¡Y alguno más!

Mientras les limpiaban las babas del placer

entre cánticos y odas. 

Fueron, y sentaron sus nalgas en sus tronos 

de excrementos secos

con decoraciones en pan de oro 

recubiertos de seda,

y comenzaron a mandar.

 

En ese mismo momento,

se olvidaron de sus promesas.

No conocían a nadie.

Y así, recolectaron las brevas

durante el periodo que les fue otorgado.

 

Al final del tiempo estipulado

y con sus bolsillos llenos

de brevas e higos,

un enjambre de aduladoras avispas

en su entorno, los protegían

de todo agresor. 

Así se gozaron 

el fruto de su éxito durante toda su existencia.

 

Fueron más que felices,

ya que les quedó

un silo repleto de higos.

¡Para el resto de sus vidas!

 

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