LAS CHICAS DEL PASADO (Parte I)

juankis

 

Las chicas del pasado son aquellas  chicas que me abandonaron o tal vez las que yo abandoné o a lo mejor las que nunca quisieron estar conmigo 

- en fin  esas muchachitas  se fueron  y nunca más volverán…-

            Hoy por hoy siento que se han quedado muy lejos en aquel  mi  desigual pasado, algunas  tuvieron algo de malas otras  aburridas, hubieron  también   buenas (muy buenas),  inteligentes, graciosas, lindas, cariñosas, alocaditas, bailarinas,  divertidas,  odiosas, distraídas, lloronas, enojonas, sentimentales y románticas (las que más quise)  -en fin-  varias de esas chicas fueron un entrevero de personalidades y sin haberme dado cuenta siento que cada vez están  quedando más lejos  en mi pasado como fósiles en mi mente (ahora con  mucho esfuerzo intento recordar esos días a lado de ellas) :


            Todo empezó esa tarde, aquella excéntrica tarde cuando  con toda mi familia iríamos a la fiesta de florecimiento por el primero de mayo (a mi papá le tocó organizar el rosario y  el agasajo para toda la gente del pueblo que esa noche se congregaría en la cima del cerro Angasmarca) la mamá de Laly  ; era amiga de mi madre y bueno le tenía cierta confianza, le dijo a mi mami que si  le encargaba a Laly  ya que la niña también quería ir a la celebración. Mi mami buena gente lindísima ella, aceptó (para mí  fue una gran noticia)  por lo que de pronto  sucumbí en la cuenta regresiva  de verla, quería que las horas se hagan segundos, quería que ya fuera de noche y que su mamá  traiga a Laly a encargárnosla, sin embargo eran las cinco de la tarde y  el tiempo no progresaba, recuerdo que mi papá contrató una camioneta para llevar las provisiones para la noche, ayudé a cargar algunos  baldes con agua potable y sofocado en el  trayecto hacia el cerro pensaba en ella y  me adelantaba a los hechos, planeaba caerle esa misma noche (a pesar de mis cortos trece años)  preparaba las palabras de mi primera declaración de amor. Era tan  chico tan  alucinado mas -que ahora- que sentía que esa noche iba  ser  una noche inolvidable...

           

Cuando nos alistamos para ir al cerro me peiné como tres veces, y como en las películas me rocié de colonia de hombre (usé  la colonia de mi papá, era  una Bandido de yanbal,  era buenísima)  me puse mi mejor casaca y  mis botines marrones como para estar presentable y así impresionar a esa niña que desde muy niños es mi amiga.

            Laly por fin vino a la casa y salimos, ella sabía mis pretensiones  (unas semanas antes en el colegio hice evidente mis intereses) ella estaba callada, de a ratos sonreía desatinadamente y  me hablaba de cualquier cosa pero no me daba  alas como para empezar a decirle que la quiero y que sea mi chica. Cuando llegamos a la cima estuvimos  distanciados ya que me encontré con medio pueblo que celebraba la fiesta, y desde luego estaban  muchos de mis amigos (ante tanta gente me sentía chiquito, y  empecé a desanimarme). Sobre todo los chicos del colegio, ufff si me hubieran visto con Laly hubiera sido suficiente para ser  el punto, el centro de atención, ser el chisme de la semana, por lo que decidí callar y mirarla causalmente o de reojo  además  a las justas bailé dos veces con ella (ya que si lo hacía mas seguido, mis amigos podrían sospechar)  y yo no quería ser  el tema de la semana. Ni modo en aquellos días era  muy extremista, algo ingenuo  por lo que  preferí no decirle nada y solo la relojeaba cuando bailaba con otros chicos mayores que yo ( los que la pretendían)  yo  miraba su perfil, su rostro dibujado su nariz que hasta ahora es bien definida y sus ojos chillones y risueños que  en esos días me decían “ven, ven”  (aunque al   principio me sentía dispuesto a ventilar mis intereses no sé que me pasaba y renunciaba a todo y después desanimado,  tonto, no iba me escondía de ella)

            Pasaban las horas y  no había conseguido nada, a duras penas logramos bailar dos veces (la primera estuve callado, me sentía el mas miedoso de todos, sentía como las miradas de mis amigos y de los chicos que la pretendían se fijaban en mis defectos al bailar y eso me ruborizaba, hasta el punto en que quería que la canción terminara), para la segunda vez me había repuesto y el “dj” ponía  las canciones de moda y sentía ese estribillo agobiante dentro de mi que me decía “ve a bailar”  hasta que me animé a sacarla a la pista otra vez  y en esta me sentí mas libre mas espontáneo y solo atiné a decirle : “ehh  hace mucho frio di?” ella  me escuchaba con dificultad por la  música que era ensordecedora  y me respondió gritando: “que diceees?”  y ahí aproveché para acercarme a sus orejitas  y le dije suavemente  “hace mucho frio diii?”  ella asintió con un gesto y siguió bailando, fue entonces cuando me di cuenta que esa fue una pregunta tonta (al menos me había acercado a sus cachetitos y los otros chicos nos miraron con recelo, me sentí muy grande mas hombre)  no obstante en lo que quedó de la noche no me acerqué mas, sentí que con eso era suficiente (que falta de perseverancia) es que sentí  una especie de desesperación y temor unas cosas algo extrañas (yo las interpreté como si fueran los síntomas de un enamoramiento) de modo que no hablamos hasta semanas después   en el colegio cuando nuestros compañeros de clase se dieron cuenta que andábamos hechizados por esos síntomas del amor .


            Luego  le conté el rollo a Julio,  un compañero de clase al que le tenía cierta confianza, desde luego  con la condición  de que no dijera nada sin embargo Julio me fue desleal y  como si le hubiera suplicado a gritos que divulgara  mis intereses para con Laly, se encargó de  contar el chisme a propios  y extraños  de modo que el lunes siguiente fui el centro de atención fui protagonista del chisme de la semana (no es por nada pero aparte del fastidio que sentía al saber que todos se enteraron que andaba enamorado de Laly,  había algo positivo ya que esa chismosería  me hizo mas popular  –aunque  perdí a otras chicas que también me gustaban- fueron esas habladurías las que de alguna manera influyeron en  la decisión de Laly)


             A  los  doce días de haber estallado el chisme, en los escalones antiguos del colegio en una tarde oreada y silenciosa cuando estábamos practicando una coreografía para una actuación que se aproximaba, yo estaba subiendo y la vi bajar, me detuve en el lavamanos como para darle tiempo y así encontraros  exactamente,  ella me vio y sin decir ni una sola palabra me dio un beso, ¡el primer beso de mi vida! la sentí mas grande que yo (a lo mas me superaba un par de centímetros ) su cuerpo estaba en sus mejores épocas, era las mas alta de la clase, era la mas alegre,  la mas caprichosa, ella era la que otros chicos muchos años mayores que nosotros la deseaban sin embargo yo estaba ahí adelantándolos a todos y la tenía prendida de mi nuca ¿o de mi cuello? -no lo recuerdo- dejando que me enseñe a  besar, la abracé como me aconsejó mi primo Carlitos,  le di esas caricias extrañas que de por si  no me despertaron esas sensaciones que el buen Carlitos me advirtió; aun así el sabor de sus labios, esos labios espaciosos, delicados muy  finos y a la vez  grandes, se tramó en mi gusto,  su lengua me asustó (no sabia que la lengua también participaba de esos besos), fue la tarde en que por primera vez besaba  a una chica y temblaba de nervios y estaba asombrado por haber descubierto el sabor de esos sus labios que aun recuerdo.


 Meses después fuimos enamorados a escondidas, yo iba a su casa con la intención de besarla de tenerla para mí y  en  lugares escondidos nos excitábamos inocentes llenos de curiosidad; a veces yo iba muy lejos y ella me acompañaba, mientras en el colegio solo éramos amigos (aunque todos sospechaban. Me daba igual), ella me escribía cartitas con tinta de  varios colores, (yo las respondía solo con color azul) diciéndome:


- “te quiero  Juancito , no pienses mal esas personas  hablan así porque nos tienen cólera yo te amo a ti Juancito”-


Hoy al recordarla y al pensar en lo bonito que se sentía tener una enamorada por primera vez,  me emociono y pronuncio  su nombre bajito como para  revivirla al menos en la imaginación...

            Los meses que siguieron, fueron trascendentales  porque han quedo grabados en mi mente,  por eso que en estos días los rememoro, creo que con dificultad, escarbando  hasta los mínimos detalles, incluso he llamado por teléfono y he mandado e-mails a algunas de esas chicas que me abandonaron o que abandoné o que nunca quisieron estar conmigo, preguntando  como fueron algunas  cosas, aclarando y recordando para en lo posible aproximarme mas a la verdad y así poder basarme en esos hechos  que me hicieron feliz, que me hicieron sufrir.

            Casi todo el año la pasé intrigado, desesperado por ella, inclusive  una tarde, después del colegio, cuando  yo distraído  niño  la vi paseando acompañada de otro  sujeto, un chico mucho mayor,  no supe que hacer. Sentí de todo. Es que ella era mi chica sin embargo nosotros habíamos dicho que nadie debería enterarse (supongo hicimos ese trato porque éramos niños) y si reaccionaba iba a romper ese trato, por lo que me sumí en una sensación extraña, la que mucho tiempo después por fin entendí.  Era la engañosa sensación de los celos.


            Por eso un día en el colegio le escribí un papel diciendo: “en la tarde vas a mi casa necesito decirte algo” (las citas algunas veces eran en nuestras casas, por la tarde en las que fingíamos hacer  las tareas  y aprovechábamos para darnos de besos y sentir ese amor a medias que nos prodigábamos secretamente)  por la frialdad de mi mensaje ella me miró desde su carpeta  que estaba a  pocos metros de la mía, me miró con una extrañeza con una curiosidad con una tristeza que parecía adivinar  lo que yo quería decirle .

            Aquella tarde de noviembre fue a la cita, yo fui malo  muy malo, le  dije que no la quiero, ella se  quedó callada creo que también fue mala porque andaba saliendo con ese sujeto mayor, ella se marchó, yo me quedé  ahí resentido, perdido y absurdo, ella nunca mas volvió a expresarme su amor, nunca mas me dijo  Juancito. De modo que adopte esa mala costumbre que hasta ahora  me persigue, empecé a seducir a otras chicas (como si no me hubiera pasado nada), entonces quise borrarla, quise eliminar el recuerdo de la primera enamorada que me dio un beso en la boca sin embargo todo fue inútil debido a que muchos años después seguimos siendo amigos y en ocasiones nos volvimos a querer y nos volvimos a dar esos besos bonitos de cuando teníamos trece años.


            Violeta era una amiga en común y era muy amiga de Laly se tenían una confianza única, no sé como nuestra historia empezó  pero el  hecho es que también fuimos enamoraditos,  no sé si al poco tiempo de  cortar con Laly o si fue en paralelo (aunque lo dudo). Los recuerdos mas bonitos son de cuando en la primavera del dos mil uno empezaron las clases y ella había vuelto de unas vacaciones en Lima, vino muy cambiada (muy alienada ella)  vistiendo unos pantalones estrechos  que dejaban notar perfectamente  esas sus fascinantes piernas que no dejaba de observar, al igual que Alina otra chica que también fue mi chica,  era alta y delgada, destrozaba el mundo con sus senos grandecitos, redonditos y ricos, nos echábamos esos coqueteos  pero no le decía nada. En la formación yo era brigadier y  la veía  delante de todos (obviamente por ser alta) y me sonreía yo escapaba a sus  sonrisas de loquita,  a sus arrebatos y  ocurrencias, con ella pasé unos días de  prohibida pasión, inclusive  mi buen primo Carlitos conoció  de cerca muchas de mis aventuras de esa época, Violeta era una chiquilla llena de frenesíes ,  yo  desde luego estaba asombrado, no sé si me quiso de verdad o si sencillamente era un jueguito inhibido (ahora eso es lo de menos), aun así gracias a esas demencias que viví con ella, esta noche escribo estas líneas.


            Así como algunas de mis relaciones de aquellos días, con Violeta también pactamos ese tradicional secreto: de que nadie podría enterarse, “era muy niño” y no me gustaba la idea de que todo mundo supiera lo que pasaba entre nosotros, de modo que ese pacto funcionó por algún tiempo (aunque no  me escribía cartitas, yo si  me daba tiempo para escribirle mi supuesto amor)  recuerdo que mi léxico era limitadísimo  por lo que  copiaba frases de algunas baladas, si bien mi caligrafía no era tan buena que digamos (creo que  hasta ahora) por las noches después de hacer mis tareas me quedaba solo en la sala (ayudado por un diccionario de sinónimos para niños de primaria) escribiéndole mis cursilerías en una hoja del cuaderno, a veces cuando mi mamá se acercaba  y me preguntaba que tarea hacía, cubría  mi carta con un cuaderno o con otra  hoja;  era tan inexperto para disimular las cosas  que la sola presencia de mi madre me ruborizaba y perdía los papeles… hoy me siento algo ridículo por esas escenitas. Y también por la “enfermedad” que semanas después le sobrevino a Violeta, aquella tonta y estúpida enfermedad que nos engañó a Carlitos y a mí aquella noche de septiembre que jamás habríamos de olvidar.

Violeta desde que volvió  de sus vacaciones en Lima,  llegó  toda alienada (eso me irritaba) sin embargo algunas veces nos veíamos a escondidas durante esas sombrías noches, escondidos por alguna calle del pueblo u otras en una habitación aislada  de mi casa, en la que  en esas  difusas y aciagas tardes  de lluvia y neblina  veíamos  películas de Pedrito Fernández, en formato VHS  en la VCR de mi papá, las que por supuesto a ella no le interesaban en lo mas mínimo o simplemente escuchábamos música romántica (como si tan enamorados hubiéramos estado) por ratos ya que ella ni yo podíamos contener ese espasmo rico de besarnos y tocarnos en zonas  inadecuadas, yo me extinguía en aquellas partecitas de su morena piel que de a pocos y cada vez mas lejos descubría a iniciativa de ella…


-Henrry  le ha dejado un chupete en el pecho a mi hermana – me decía con la mayor ingenuidad del mundo.


-Asuu que si?  Y en que parte ah? –

-por aquí- me contestó señalando la naciente de sus pequeños senos.

Me alboroté, mi saliva pasó de a golpe como Don Ramón en el Chavo del 8, y  de pronto esa  malicia seductora empezó a embelesarme, empezó  como quien dice a “darme de patadas en el cerebro”, no sabía si  hacer lo mismo que hizo el tal Henrry con su hermana o reírme y quedarme ahí estático sufriendo mi timidez y al rato me dijo:


-en verdad no te engaño,  es cierto lo de los chupetes…-

A mi me daban ganas de tomarla de frente y hacerle  muchos chupetones pero mi ingenuidad de niño me frenó, me sentí tonto  y no hice nada, la mire y le dije:

- que gracioso  no?...-


Ella se acomodaba como diciéndome “¡sirvete!” , y  yo me alejaba un poquito  y  secaba el sudor de mis manos en la pared… Fui un niño retraído, mientras ella quería que le deje  un soberano chupetón en esas  prominencias de su escuálida, recordaba que esas ideas algunos momentos de calentura, se habían  hecho realidad solo en mi mente, mientras tanto ella se acostaba, se acomodaba y dejaba a la vista ese su pequeño escote…


Yo fui lo que en eso días fui: un niño tonto y retraído… y para mí no fue fácil no me atrevía aunque en algún lugar de mi ser habían unas sensaciones que me envalentonaban, creo que mis miedos pudieron más. Me senté en un lado de la cama me sobaba las manos la miraba a ella toda  mujercita con sus quince años que la disponían a todo, miraba en su piel trigueña que el calor de la libido se desvanecía, veía morir en sus ojos ese impulso que por primera en mi vida experimentaba… Ella toda insolente  me rompía el corazón diciéndome lo siguiente:


- O sea que arriesgas tanto, eres aventadito con las chicas y a la finales no llegas a nada, no te entiendo. ¡ No sabes lo que te pierdes niño tonto! –


Y resueltamente se abotonó el famoso escote, se paró en frente mío y en el reflejo de la ventana en dos minutos y medio se recogió los cabellos se arregló las fachas, cogió sus cuadernos y se marchó tirándome la puerta con mucha fuerza, seguramente llena de impotencia por no haberle hecho los benditos chupetes en sus célebres senos…

Me quedé desorientado como flotando en una órbita  extraterrestre, maldiciéndome por no haber hecho lo que Violeta quiso, imaginando que mas podría haber pasado y por un momento me tomé a pecho lo que ella me dijo:


- “niño tonto”-

-si  tiene razón soy un tonto- me repetía una y dos veces mas…


No supe que hacer. Estaba desconcertado sentí vergüenza ajena, sentí tristeza por tener una chica  tan extrovertida y nada romántica (como siempre nunca quise), era como una cachetada a mis cartitas, a mis baladas que le dedicaba con total solemnidad  y a mis modales de niño bueno y estudioso. Me dejó ahí sentado viendo “La niña de la mochila azul”  cuando Pedrito y Amy se encontraban dramáticamente en un puente, ambos corrían emocionadísimos, llorando  de alegría y de fondo una ranchera muy bonita, de esas que me encantan.

Al día siguiente no podía borrarme el episodio que viví con Violeta y me urgía contárselo a alguien, necesitaba un consejo o consuelo, necesitaba saber como debí reaccionar,  entonces me acordé de la persona indicada para esos casos:

El  gran conocedor de los problemas de  amor y de cualquier índole, mi buen primo, el gran Carlitos. Esperé con ansias el recreo y salí volando a buscarlo, lo encontré en el pasillo y lo llevé casi a jalones y nos sentamos en las gradas al frente del patio y le dije:

- necesito tu ayuda o bueno quiero contarte una vaina…-

-tranquilo, ta que ya ves me estas arrugando la camisa compare, a ver que pasa, suelta-

-Ayer estuve con Violeta, en el “point” (así era como llamábamos a la habitación escondida de mi casa)  ahí pues viendo  una película  pasándola chévere, luego nos besamos muchísimo  y se puso de onda la cosa y  alucina que  quería que le agarre los senos que los bese que los chupetee, me dejó estúpido compare, no sé me dieron ganas pero  me chupé,  arrugué  y creo que se enojó, agarró sus cosas y se quitó, se fue como una loca tirándome la puerta-


-Espera espera, cuenta despacio, que hiciste?, la agarraste?- me decía Carlitos con una cara de  otro mundo.


No compare, me paltie, me dio roche, me empezaron a sudar las manos y me hice a un lado y  la dejé ahí mirándome con unas ganas de pervertida.  Es que nunca me había pasado algo igual.

-oye zonzo, eres o te haces? Ella tiene su famita – me contestó como llamándome la atención

-pucha que pavo  me saliste primo la negra quería algo y tú todo baboso, la dejas te quitas, que hombrecito resultaste, ohee ya pues déjate de cojudeces-


Hablaba Carlitos como si el agraviado fuera él y me pedía que le cuente los pormenores los detalles, claro él es el gurú  de los encuentros amorosos y afines (desde que somos amigos o desde que nos conocimos, siempre se le ocurrían ideas que nos sacaban de los peores aprietos, como lo que pasó unos meses atrás cuando yo era su alarma, su violinista, su campanero o simplemente su alcahuete. Siempre que rememoró esos acontecimientos, me da mucha risa cuando gracias a sus ingeniosas ideas nos salvamos de una paliza segura y desde luego mi confianza en sus servicios picarescos se reafirma…

Carlitos vivía en dos casas, la principal de su mamá y la otra de sus abuelos la cual era una casa grande al estilo hacienda con pórticos antiguos y objetos acrónicos que servían de adornos los cuales estaban por las paredes, en los corredores y en la salas (mas parecía un museo que una casa normal).

 Esa tarde  Carlitos me contó que sus abuelos iban a pasar unos días en el campo y por lo  tanto él tenía la casa a su “disposición”, por lo  que Carlos como el buen amante que es, llevó a una de sus tantas chicas a la habitación de su abuelo a mostrarle las antigüedades que tenía en vitrinas y aparadores y desde luego a pasarla bien ahí conversando y dándose muchos cariñitos. Yo por supuesto era el centinela, el que cuidaba la entrada por si llegaban los empleados o algún familiar, según lo planeado todo estaría bajo control, el señor  Abimael no podría aparecerse ni en pintura ya que a esas alturas estaría llegando a su chacra la que estaba a muchos kilómetros de distancia, entonces decidí bajar la guardia, fui a comprar unos chicles, de paso a sacarle copia a un libro para la tarea de educación cívica que había dejado la profesora Yolanda,  en fin no había peligro alguno aun así yo su leal amigo no podía quedarle mal  y  de regreso me di una vueltita por la casa de Carlitos para dar un vistazo, por si habían moros en la costa le di el acostumbrado silbido  y se asomó por la ventana y burlón, criollo e inquieto  me decía: “’ta  que ya ves…” con eso bastaba para decirme que lo estaba interrumpiendo,  me detuve en el zaguán para amarrarme los pasadores, cuando de repente escuché aproximarse la tenebrosa voz de don Abimael,  sentí su lúgubre presencia y no supe que hacer, mi corazón latía como si mi vida estuviera a punto de terminarse y claro que se terminaría si nos descubría, al menos yo era un extraño en esa antiquísima casa y con el carácter terrorífico del señor Abimael ¡estábamos perdidos! digo perdidos por Marilú, la chica de Carlitos que a esas horas andaba muy afectuosita con él   jugando al amor,  nada mas y nada menos que en la alcoba del mismísimo señor Abimael, entonces no tuve mas salida que efectuar nuestro silbo de peligro: “fui, fui, fui, fui” (que no era nada menos que la adaptación en silbo de la alarma de retroceso para  automóviles)


-que pasa, que pasa?-  salió  preguntando  Carlitos en tono sinvergüenza y yo como alma que llevaba el diablo o mejor dicho como alma que llevaba don Abimael le dije que su abuelo estaba llegando a la casa y que  se esconda o bueno que nos escondiéramos porque si no estábamos perdidos…

-¡chumas!- respondió ofuscado  mi buen primo y  en una milésima de segundo concibió el plan de contingencia.

-escucha- me dijo muy orondo como si tuviera la certidumbre de que su plan iba ser un éxito.

-Métete a la sala pa’ que no te vea mi abuelo, ahorita le digo a Marilú que también venga no vaya ser que mi abuelo entre a su cuarto y ahí mancamos todos, quédate callado que ahí viene no te muevas, todo será rápido- Me decía queriendo disimular los nervios que al parecer le querían hacer una mala jugada.

-Cuando se apague la luz sales corriendo, yo dejaré  las puertas abiertas- Casi  me río a carcajadas por la ocurrencia de Carlitos, ya que una vez más nos sacaba de aprietos.

-ya, ya  ya, pero apúrate-  le dije y él se metió al dormitorio de su abuelo.

Cuando el señor entró, se me estaba escarapelando el cuerpo, no podía moverme y solo un aparador me servía de escondite, de haberme encontrado podría pensar que era un ladronzuelo, me contenía la respiración y sudaba de frio y sentía como don Abimael caminaba sus pesados pasos, refunfuñando, buscando el control de su televisor (mientras yo vivía el suspenso de mi vida).

 Entonces escuché que Carlitos salió por ahí muy cínico con el control en la mano y saludando a su abuelo. Incluso le alcanzó el sillón para que se sentase cómodo a ver su noticiero  y  lo vi salir con dirección a la calle, fue lo peor, pensé que nos abandonaba, que se iba y que tal vez nos dejaba a Marilú y a mi a correr nuestra suerte y mi corazón  empezó a resonar, no había  otra  y lo peor era que el señor seguía sentándote viendo la tele y peor aun me daba miedo que entrara a su habitación y se chocara con Marilú y explotara el lio.


 En la tele dieron los comerciales y don Abimael se levantó con dirección al aparador donde yo me escondía, - ufff caballero, ya fui-  me dije y cerré los ojos y plum!!!  Se apagó la luz todo se quedó a oscuras  y salí corriendo tan rápido mas que Speedy Gonzales, mas que el Correcaminos, como si la gloria fuera la salida de esa casa, corrí como Forrest Gump escuchando la ronca voz de don Abimael que decía “apagón carajo!!! tan interesantes que estaban las noticias...”

Ya en la calle nos encontramos y Marilú con Carlitos estaban ahí muriéndose de risas, burlándose de mi cara de trauma, de mi sudor de frio como si acabase de ver a la mismísima pelona... jaa luego respiré. Los miré muy picaros a ellos (es que las chicas que tuvo Carlitos fueron tal para cual) nos abrazamos como el gran equipo que éramos, lo habíamos logrado, nos zafamos de “Kupa” (así le decía al señor Abimael en alusión al eterno enemigo de Mario Bros, jeee)... ellos se tomaron de la mano y como para celebrar la hazaña fuimos donde la Abuelita Irma a comer “sanchipapa”  y no salchipapa como debería ser  (Carlitos resultaba con unas locuciones medio extrañas, ¡le gustaba entorpecer la lengua! Aunque fingía ser un hombrecito experimentado, en algunas cosas aun era medio aniñado y por eso me decía: vamos a comer “sanchipapa”) Fue una tarde para la historia, Carlitos fue y es un amigo de esos pocos,  esa noche nos pusimos a analizar los pormenores de nuestra audacia y nos reíamos como loquitos...


Esos eran los buenos tiempos. Ésas eran nuestras épocas, aquellos días remotos que jamás de los jamases han de volver, en la que escuálidos chiquillos alucinábamos con ser grandes. Él era el campeón de las criolladas,  de los problemas de mujeres y esas cosas yo no muy lejos de ello le ayudaba en sus problemas académicos entraba ahí para salvarle capote aunque Carlitos era un charlatán de primera, siempre tenía excusas para todo, hasta para justificar las tareas del colegio jeee ese Carlitos como a veces en la actualidad le digo “eres una basura” claro en sentido figurado, por que a él lo considero como a un hermano...

-ya pes hija vas a contar o vas a seguir viendo al cielo como gilman-

Sinceramente se me había quedado en el fondo como un eco lo que Carlitos me dijo: que ella tenía su famita, y aunque era difícil aceptarlo yo estuve a punto de enamorarme de ella, o sea de la chica equivocada. Como siempre enamoradizo yo.

-Ahh?  Nada ehh  estaba pensando recordando cuando la hicimos, recuerdas, “el escape de Alcatraz” jajajaja –  se reía Carlitos por lo de la fuga de la casa de su abuelo “El Escape de Alcatraz”.

-ya pes quieres que te ayude con tu roche o no?  O  me has llamado por la juats?

-o ya pes, pero como hacemos? – yo  inseguro en esas épocas

-   mira compare a las nenas no hay que pasearlas, ¡hay que hacer lo que ellas quieren! Así que de aquí te vas hablar con  Violeta,  planeen, llévala otra vez al point  ve tú, ella quiere mucho más, así que si busca tiene que encontrar... jajajajaj-  Carlos me decía todo tan serio y luego rompía a carcajadas

-   hay que darles de su propia medicina…-

-   si on tienes razón, voy a dejarme de vainas, si ella busca tendrá que encontrar- Hablé con tal decisión que ni yo me la creía.

 

      A la mañana siguiente, lo tenía todo planeado: en el recreo le pediría otra cita a Violetita, le ofrecería un supuesto perdón por tratarla fríamente el día en que me abandonó en el point,  aunque me iba costar hacerlo, gracias a los consejos de Carlitos estaba dispuesto a dejar todo en la cancha, como quien dice: ¡quería sudar la camiseta!

-Que me importa que tenga su famita y que haya salido con medio mundo, eso es lo de menos, yo no voy a dejar mi reputación de varoncito por los suelos, si ella quiere  que le haga chupetes como el tal Henry le hizo a su hermana, pues los tendrá, si ella quiere algo mas, pues iremos mas allá- Pensé con demencia, en el trayecto hacia el colegio…

Ella estaba en su carpeta cuchicheando con sus amigas y vio cuando entré un poco apurado porque ya era tarde , sin embargo  para suerte mía el profesor de religión aun no había llegado , cosa que llamaba la atención porque él nunca llegaba tarde, me vio llegar y no hizo ni el menor caso (eso me supuse), me senté  acomodé mi maletincito y estaba mudo, salude a Melva, a Jorge y a Rondón, quería disimular mi preocupación, entonces me propuse decirle todo a la hora de recreo, sin embargo las horas parecían durar setenta, ochenta hasta cien minutos y no sesenta como naturalmente debe ser.

Toda la bendita clase de re

ligión me pase planeando, ordenando las palabras de mi indecorosa propuesta:

-ehh hola Violeta, quería para decirte- noo claro que no eso sonaba muy frio eso no podía ser.

-hola Violeta sabes el otro día me porté mal porque no hice lo que me dijiste además no perdía nada en hacer lo que quisiste que hiciéramos- No!!! Definitivamente eso sonaba  ridículo, me vi en una confusión única ya que no sabia como hacer para lograr una nueva oportunidad, ya se llegaba el recreo y  todo  estaba peor... El poco tiempo que me quedó  me lo pasé imaginando las frases perfectas, algo que no la hiciera sentir  mal ni a ella ni a mí, algo que tuviera mucho de convincente y poco de impúdico.


Hasta que una luz entre las tinieblas, claro una copia de un dialogo del libro de lenguaje de Jorge Ventura Vera, y lo adecué de la siguiente manera:

 -hola Violeta, quiero decirte que  te debo una disculpa por lo que pasó en mi casa, en verdad fui un cobarde, yo  te quiero y  voy hacer todo lo que tu me digas, y si lo que me dijiste te hace feliz, yo estoy dispuesto a hacerlo… –

Y de pronto ella con su mirada ya estaba al frente mío, no hubo tiempo para ensayar sin embargo mis palabras sonaron prometedoras y ella cínica fría y calculadora (como siempre hubo de ser)  me dijo:


-ya Juancito, esta noche en el primer piso de mi casa te espero a las once de la noche, si deseas ve con tu amiguito, pa’ hacer hora los cuatro con mi hermana-


Huy mi cabeza se calentó, parecía una caldera (de esas que tanto hablaba mi tío José cuando era estudiante de ingeniería) fui víctima de una calentura casi obscena:


-ya pues – le dije, para luego ser más tonto:

-pero no podrás más temprano?- (porque a mí no me dejaban salir mas de las 10 pensé)

-que tu mamita no te deja salir?-

-no  es eso Violeta- y más rápido mencioné mi excusa:

-solo que Carlitos  él es el problema-


-Hay no sé Juancito, ya te dije si quieres nos vemos esa hora- Me dio una rabia escucharla tan engreída, tan segura como si no supiera que yo estaba “templado” de ella, como si fuera fácil escaparme de mi casa a las once de la noche…

 

Y como siempre condescendiente:

-ya pues nos vemos entonces, pero antes otra cosita…-

-dime-

-te quiero Violeta- le dije todo tímido con la voz temblorosa…

Entonces ella rápida como siempre me advirtió:

-Juancito: si la puerta de mi casa está cerrada, entran por el portón de atrás, ese siempre está abierto- yo seguía con la cabeza caliente…


Antes de terminarse el recreo, fui en busca del buen Carlitos y le conté  detalladamente todo y desde luego él aceptó, me dijo que en la tarde nos viéramos para planearlo todo, desde luego él iba pensar en la incursión… 

El recreo se acabó en un abrir y cerrar de ojos, aun así pareció un recreo como muy pocos, porque había logrado lo que me propuse,  me di mi tiempo, fui a los servicios, me mojé la cara, me arreglé los cabellos y volví al salón con aires de galán… Pero, luego la vi y todo era hostilidad, le echaba un vistazo y ella me desentendía la mirada y conversaba con absoluta reserva con su mejor amiga, a veces ellas me miraban y yo sentía que se burlaban de mi, sin embargo  recordé aquella clase de psicología, que habla sobre la paranoia e intenté estar tranquilo.

Cinco minutos antes de la salida y con una actitud desacostumbrada  me  dejó un papelito en la carpeta, yo frenético lo tomé en el acto y lo escondí en el bolsillo, salí volando hasta el patio y lo desarrugué y decía:

-Disculpa Juancito  me siento mal creo que estoy enferma, esta noche no podré  mejor después te digo cuando nos vemos, pero hoy no vayas a mi casa, estoy mal…-


Pero  yo no me tragué el cuento, como era posible que cambiara de opinión, ¡ahhh no!, yo era un poco tonto pero no imbécil… Nunca imaginé que esa misma noche descubriríamos con lujo de detalles esa sospechosa enfermedad que de manera intempestiva le hubo de sobrevenir  después de aceptar una cita a horas inadecuadas conmigo.  

Aquella enfermedad que descubrimos a media noche y que se pronunció con sonoros síntomas de dolor…

 

 

            Aquella enfermedad que incluso me llego a doler a mí...

Aquella noche descubriríamos ese su falso amor (continuará)

 

  • Autor: juankis (Offline Offline)
  • Publicado: 15 de junio de 2009 a las 22:47
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 255
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