Pero qué locura , quién al rojo te confió.
Quién te hizo órgano de la pasión,
Quién te encargó ser sincero y noble.
Quién te ha dicho que latas
y que te lamentes hoy de tener
ciega la razón.
Quién con dardo hábil en soledad y quebranto te transformó.
Quién te dijo que le quieras y que tus tejidos centinelas son.
Pero qué locura, él no escucha tu bermeja petición...
Pero qué locura ! hoy abierto y en carne viva te arrancas a cuajos toda ilusión.
Pero qué locura, no tienes cura,
y al mundo te asomas, ¡ vaya teatro ! cuando se cierra el telón.
Tiemblas y suspiras ¡ pobre corazón ¡
Sangras y te ocultas, ya no puedes más.
Pero qué locura, quién te está matando corazón.
Pero quién te ha puesto miserable y triste.
cargando a cuestas un maletín ribeteado de dulzura y lleno de desilusión.
Quién en tus arterias letal veneno inyectó.
Quien en tus palabras el sonido ahogó
Pero qué te está pasando mi pobre corazón, por tus venas sin torrente un ángel, un duende, o el mismo diablo se metió.
Mal misterioso que tus venas carcomió.
Mueres corazón bajo el rojo de la pasión.
Mueres en sangre, corazón de lata,
Que todo es vano y ciega al amante escarlata de la pasión.
Sabag, palabras escapándose.
- Autor: pasaba ( Offline)
- Publicado: 19 de noviembre de 2024 a las 11:27
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 27
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, Eduardo Rolon, EmilianoDR, Alexandra L, MonCiel, Soponcio, Jaime Correa, JAGC, ElidethAbreu, nachosol, Llaneza, Mauro Enrique Lopez Z., Lucía Gómez, Tommy Duque, Texi
Comentarios2
Bellas letras, plenas de sentir, mas el corazón no escucha, no entiende de razones, solo sabe amar a su amor, gusto leerte.
Saludos, feliz día, Alex.
Un corazón de hojalata !
Un beso mi querida poeta. ❤️
LO GANADO
Vinícius de Moraes
Nos queda, por encima de todo, esa capacidad de ternura
esa intimidad perfecta con el silencio
Nos queda esa voz íntima pidiendo perdón por todo
Perdónalos porque ellos no tienen la culpa de haber nacido
Nos queda ese antiguo respeto por la noche, ese hablar bajo
esa mano que tantea antes de tener, ese miedo de herir tocando,
esa fuerte mano de hombre llena de suavidad para con todo cuanto existe
Resta esa inmovilidad, esa economía de gestos, esa inercia cada vez mayor delante del Infinito,
esa tartamudez infantil de quién quiere exprimir lo inexprimible.
ese irreductible rechazo a la poesía no vivida
Resta esa comunión con los sonidos, ese sentimiento
de la materia en reposo, esa angustia de la simultaneidad
del tiempo, esa lenta descomposición poética
en busca de una sola vida, una sola muerte, un solo Vinicius
Resta ese corazón quemando como un cirio en una catedral en ruinas,
esa tristeza delante de lo cotidiano; o esa súbita alegría
al oír pasos en la noche que se pierden sin historia
Resta ese deseo de llorar delante de lo bello,
esa cólera en la cara de la injusticia y de los malos entendidos
Resta esa distracción, esa disponibilidad, esa vaguedad
de quién sabe que todo ya fue y no volverá a ser como será
y al mismo tiempo ese deseo de servir
esa contemporaneidad con el mañana de aquellos que no tuvieron ayer ni hoy
Resta esa facultad indomable de soñar
de transfigurar la realidad, dentro de esa incapacidad
de aceptarla tal como es, y esa visión
amplia de los acontecimientos, y ese impresionante
e innecesario presagio, y esa memoria anterior
de mundos inexistentes, y ese heroísmo
estático, y esa pequeña luz indescifrable
la que a veces los poetas dan el nombre de esperanza
Resta ese deseo de sentirse igual a todos
de reflejarse en las miradas sin curiosidad y sin memoria
Resta esa pobreza intrínseca, esa vanidad
de no querer ser príncipe sino uno más en el reino
Resta ese constante esfuerzo para caminar dentro del laberinto
ese eterno levantarse después de cada caída
esa búsqueda de equilibrio en el filo del cuchillo
ese terrible valor delante del gran miedo, y ese miedo
infantil de no tener ningún valor
Marcus Vinícius da Cruz de Melo Moraes / Vinícius de Moraes, nació en Río de Janeiro, Brasil el 19 de octubre de 1913 y falleció en Río de Janeiro, 9 de julio de 1980)
Un dulce abrazo poetiza Princessa
Que belleza de texto, “ Resta ese constante esfuerzo para caminar dentro del laberinto
ese eterno levantarse después de cada caída
esa búsqueda de equilibrio en el filo del cuchillo
ese terrible valor delante del gran miedo, y ese miedo
infantil de no tener ningún valor” es simple y llanamente magnífico.
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