Cuando el cerebro traiciona y el corazón aguanta

Emilio Barrios

A veces el cerebro se fija en alguien que el corazón no aprueba; ¿a quién no le ha pasado?

 

Un cuerpo bonito, figura de diosa griega, la imagen del canon de belleza, engaña a cualquiera.

 

El cerebro queda bloqueado; no quiere oír los consejos que el corazón le grita desesperado.

 

Lo previene de no cometer el error de caer en tentaciones que al final no valdrán la pena.

 

Pero aquel cerebro, aquella materia que vive en un hueco que ya no puede remediar, se enamoró.

 

Entregó a ciegas al corazón, lo regaló, y aun cuando de todas las formas le suplicó, no escuchó.

 

Él no entiende de razón, cayó en el deseo, sucumbió en el placer, se ahogó en la lascivia.

 

Un conflicto interno que muchas veces sucede: cuando uno dice que no, el otro ya acomete.

 

Ahora ambos están en una encrucijada: el corazón advierte, pero el cerebro no entiende; discutirán día tras día.

 

El culpable, que es el cerebro, ya está engatusado; el corazón lo debe aguantar, no tiene otra salida.

 

Soportar las incoherencias del sí y del no a cada instante, a cada paso, es un calvario.

 

Luego, con el tiempo, cuando ya todo fue consumado, será muy tarde, pues el dolor comenzará su trabajo.

 

El cerebro tratará de arrepentirse cuando vea y sienta que el corazón está muy triste.

 

Pero ya no habrá lugar ni tiempo para remordimientos, cuando todo llegue al final del cuento.

 

"El cerebro fue engañado a través de los ojos, de la vista; el corazón sabe que pronto vendrá la decepción a darles una mala noticia".

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