Inquilino

Salvador Galindo

Allá arriba un cerro que se eleva,

Acá abajo una  vista que se pierde

¿Qué otras cosas suben y bajan en este cuarto?

Un nuevo insecto cada día, se digna a robar la poca luz que queda.

Tocan la puerta de la pieza vecina,

El sonido de rebote me despierta.

Nada que hacer, contando los últimos rastros

De la noche pasada, barriendo la historia

A la medida del polvo y de la alergia.

Me digo a mi mismo: la verdad es esa cría

Que se esconde debajo de la alfombra

Para disimular el desorden que deja su inexistencia.

 

Salgo a la calle como el invitado a su propia casa.

Si los ojos pudiesen reproducir lo que no he querido ver,

no habría ánimo de excusas ni de explicaciones.

Una nota encima del refrigerador

Como epígrafe a una despedida sin debut:

“No te rindas a la expectativa”.

Le digo en mente a la vecina que se va:

No dejes que las palabras ajenas

Sean una mitología al uso

A  la medida del deseo y el olvido…

Y ya solo resta la imagen de un par de palabras

disparadas contra la pared como si no dijesen nada

acaso lo dijeron todo, mientras

solo los necios vuelven de donde salieron.

 

Afuera una vía hacia la expectativa

adentro un montón de células y de desperdicio

y una víbora por teléfono móvil

me repite dulcemente

que quizá mañana no pueda volver

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