Vuelves a mí,
después de un largo viaje,
en este otoño.
Y con tu abrazo
me envuelven los recuerdos
de aquel pasado.
No te lo niego,
fue parte de mi vida
y juventud.
Era muy joven,
soñaba cada día
con utopías.
Eran princesas
sacadas de los cuentos
y de novelas.
También los viajes
cargados de aventuras
y de romances.
Y la sonrisa,
perenne de mis labios
siempre brillaba.
Algunas lágrimas
salían de mis ojos
y mis pupilas.
Era la lluvia,
pequeño contratiempo
con la garúa.
Y es que esa vida,
de infancia y juventud,
no tiene precio.
Se vive y bebe,
de forma muy intensa
hasta embriagarse.
Así, los sueños,
perduran en el tiempo,
y están presentes.
Rafael Sánchez Ortega ©
19/11/24
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