Llegaste cual brisa de dulce mañana,
y mi alma, sedienta, halló su fontana.
El cielo, que oía mi amarga oración,
te trajo a mis días con fiel devoción.
¡Oh, gracias le doy a la vida prestada,
pues ya no le pido ni sueño con nada!
Tú vales por todas, mi faro, mi guía,
la luz que da forma a mi melancolía.
Tu amor sin reservas, un pacto divino,
mi pecho lo guarda cual santo destino.
Y aunque la ironía adorne mi rima,
mi dicha contigo no tiene cima.
Tus ojos, dos llamas que apagan mi miedo,
en ellos se quiebra mi oscuro enredo.
No cambio esta forma que en mí haces arder,
ni el cielo me ofrece mayor que tu ser.
Así, mientras viva, mi verso será
la llama que enciendas y nunca se va.
Tú sacias mi sed, tú, mi razón,
y en tus brazos muero con adoración.
- Autor: El Corbán (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 21 de noviembre de 2024 a las 13:33
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 13
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z.
Comentarios1
Perfectas imagen y letras amigo poeta, esa llama encendida en ti que nunca se vaya.
Saludos cordiales.
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