Pobre chico lloraba como si la lloradera fuera a resolver el dolor o las náuseas de ese momento, los veía desde mi mesa, se sentaron y ella no pidió nada, solo dijo unas cuantas palabras, se levantó y se fue, él se quedó solo, llorando.
Se había ido y sospecho como él q era para siempre, supongo que se quedó allí con su corazón roto y que nunca antes había sentido aquello de la asfixia, del vacío justo en la boca del estómago, no había sentido nunca la frase “un balde agua fría” y mucho menos había sentido las tripas precipitarse hasta el fondo, era probablemente su primer desencanto.
Lloraba, porque eso era lo único que instintivamente había aprendido, era casi un niño, y cuando eres niño lloras y obtienes lo que quieres, no es capricho es naturaleza, pero ahora nadie podía darle lo que quería, nadie podía hacerlo sentir mejor.
Lo miraba desde lejos y me tomaba mi café con ganas de ir y decirle que cosas peores le iban a pasar, que el amor duele, siempre duele, que la vida no es bonita, no tiene un fin ni un por qué, que la soledad es la más fiel de todas, que la ilusión tiene la misma función que el café y que un día estaría en una mesa tomando café sin ilusiones porque además es adictivo, quería ir y decírselo, pero se veía muy lindo llorando, casi como una poesía viva, así que lo dejé con sus ilusiones rotas y yo me quedé con mi café, en ese punto éramos la misma persona.
- Autor: la flaca (Seudónimo) ( Online)
- Publicado: 21 de noviembre de 2024 a las 20:54
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 3
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez
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