El sol y la luna

Emilio Barrios

El sol se escondió detrás de las nubes porque un día la luna lo rechazó.

 

Lo rechazó según dicen, porque él es muy ardiente y la luna es muy tranquila.

 

El problema es que ambos no son compatibles; mientras el sol se despertaba, la luna se dormía.

 

Nunca coincidían, o si lo hacían, tardaban años para que sus caminos se cruzaran.

 

Y llegado ese momento nunca platicaban, solo se eclipsaban y ambos se observaban.

 

El sol enamorado le juró amor eterno; le dijo que su camino siempre iluminaría; la luna no le dijo nada.

 

Ella en cambio buscaba otro tipo de brillo, otro calor; consideraba que el sol se creía el centro de atención.

 

En el día, a veces la luna se asomaba con timidez, se mostraba y el sol muchas veces lo ignoraba. 

 

Por las noches la luna lo esperaba para darle una oportunidad, y el sol nunca aparecía.

 

La luna ya no le tomaba en serio; él no hacía ningún esfuerzo para estar con ella en su universo.

 

Lo que le atraía a ese astro gigante es que aquel satélite natural era todo un misterio fascinante.

 

Solo mostraba un lado de su cara mientras que la otra la ocultaba: un lado tibio y la otra helada.

 

El sol nunca se cansaba; cada día la admiraba, pero no la alcanzaba; ella aún más se alejaba.

 

No comprendía que la distancia de los años luz, y la lejanía, era porque la luna ya se aburría.

 

Viviendo siempre en agonía, iba apagándose por ella día tras día, perdiendo su gran destello.

 

Dicen por ahí y en algunos cuentos que a la Luna le gusta la miel y los casamientos.

 

La luna al sol ya no lo espero; lo rechazo porque se enamoró de un astro llamado "Tierra", quien lo tiene viviendo en su cielo.

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