Es una canción lenta, donde el tiempo se quiebra,
como un río que arrastra lo sereno sin piedad,
y cada compás acelera su latido,
mientras la letra se desvanece en un suspiro,
ahogado en un mar de notas perdidas.
Algunas suenan alegres,
pero sus ecos son gritos ahogados,
melancolía que se esconde en un acorde brillante,
como un sol que se oculta en el horizonte,
dejando tras de sí su sombra.
Es una melodía que todos escuchan,
pero pocos comprenden realmente,
un murmullo que se pierde en el viento,
como un alma que se escapa entre las sombras
y solo algunos logran percibir su presencia.
Cada acorde es un lamento silenciado,
una súplica que se ahoga en el aire,
el eco de lo irrecuperable,
la despedida de lo que ya no será,
la marca indeleble de la ausencia.
Resuena desde lo más profundo,
como un espíritu que se desliza entre los pliegues del tiempo,
y aunque todo lo que fue se desvanece,
su presencia no se va,
porque cada nota lleva consigo el peso del recuerdo.
La melodía es el último vínculo
con aquello que amamos,
con lo que se fue,
pero nunca se aleja del todo,
como una luz que sigue brillando en la oscuridad,
como un eco lejano que no se desvanece.
¿Qué hace que esta melodía toque el alma?
¿Es el dolor que se oculta entre sus acordes?
¿O es la memoria que revive lo perdido,
en cada nota que se eleva al viento?
¿Es el vacío entre los compases,
ese silencio que nos recuerda lo que no podemos tener?
Cada melodía, en su forma, habla al corazón,
abre heridas que pensábamos cerradas,
y nos da la fuerza para seguir adelante,
aunque todo lo que queríamos ya no esté.
Es el canto de un corazón roto,
arrebatado por la muerte,
que sigue latiendo,
aunque ya no sabe cómo vivir sin su amor.
Como una flor que aún se abre al sol,
pero cuyas raíces ya no tocan la tierra,
el corazón sigue en su lucha silenciosa.
¿Es el amor lo que hace que el alma se conecte a esta melodía?
¿La promesa de que lo perdido trasciende la muerte,
se queda vivo en los recuerdos,
en cada nota que se alza,
en cada eco que resuena?
La melodía es el lazo invisible
que une al alma con lo que ya no se puede ver,
la memoria que persiste,
que se niega a dejar ir lo que se ha ido.
No entiende de despedidas definitivas,
porque en ella reside la esencia de lo que somos,
de lo que nunca dejará de ser.
Es la melodía de la ausencia,
de la lucha por aceptar lo irremediable,
y en su eco, encontramos consuelo.
Nos permite llorar,
nos recuerda lo que ya no podemos tocar,
pero que sigue vivo en cada nota.
Y aunque duela,
esa melodía se convierte en compañía,
un faro que no se apaga,
aunque ya no podamos ver la luz,
porque en su eco,
en el sonido que perdura,
se queda el alma,
y nunca está realmente sola.
- Autor: Sombra de Un Amor Fantasma (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 29 de noviembre de 2024 a las 00:24
- Categoría: Triste
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, Francisco Gutiérrez, Antonio Pais, Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR, Eduardo Rolon, alicia perez hernandez
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