Engañado en Navidad

Emilio Barrios

Mi corazón ya no late como antes; todo me parece irrelevante, todos los villancicos me suenan iguales.

 

La tormenta llegó, destrozó y se alejó; hoy la tormenta ya pasó, pero el dolor se instaló.

 

La verdad oculta en unas imágenes guardadas que, al descubrirlas, parecían puñales haciendo una herida.

 

Por lo que mi corazón latía, hoy ya no siente la necesidad de seguir adelante; quedó seco, sin sangre.

 

Todo en lo que creía de un soplido desapareció; mis sentimientos ya no son como antes.

 

La duda es mi fruta diaria, mi bebida, mi porción de comida muy difícil de digerirla.

 

¿Qué puedo hacer? No puedo remediarla; me ahogo en mi agonía camuflada con una sonrisa.

 

El desencanto se apoderó de mí y ya todo me parece extraño, raro, sorbo de veneno en un vaso.

 

Ya sabía que todo era una farsa desde aquel momento en que toqué aquella almohada, aquella sábana.

 

El sudor se convirtió en lágrimas de frustración, el vino se transformó en agua, en la cual me ahogué.

 

Hubo días que esperaba sentado señales que me demostraran que solo era una pesadilla, pura fantasía la mía.

 

Ante mis ojos aquellas imágenes me quemaban las retinas; ese beso en esa foto jamás lo olvidaría.

 

Recuperarme ya no podré; con esa escena viviré y quizás muera, ese tormento llevaré a la tumba.

 

Me dijo: "Amar a alguien jamás lo hice y amar a otro no podría"; lo recuerdo como si fuera ayer; ¡qué mentira!

 

Abrazada a él, disfrutando en la mesa familiar en Nochebuena, amaneciendo Navidad.

 

Yo, trabajando, cuando recibo su mensaje en el celular que decía "Te voy a extrañar".

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