El Don de las Palabras: Cenizas de un Verbo Hueco

Milber Fuentes

Hay quienes alzan plegarias,

no para tocar el infinito,
sino para fabricar culpables
bajo el telón de un juicio divino.
Confunden al creador con un espejo,
esperan su inmunidad
en el circo de su propio espectáculo.

Piden a Dios con voces de ceniza,
con labios que visten trascendencia,
pero en su corazón germina
el reality show de sus mentiras.

Un poema, si nace del eco vacío,
es un grito que reclama,
una súplica al otro,
una demanda vestida de belleza hueca.

La verdadera palabra
no busca herir ni deslumbrar.
Es un río que fluye hacia el alma,
que no clama, pero permanece.

Ser poeta no es saberse dueño del verbo.
Es dejar que las palabras,
como lluvia que no pide permiso,
fecunden en otros la semilla
de un mundo más sincero.

 

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