La presa

Gustavo Affranchino

Cómo dobla
la espesura de la selva
entre los buitres
oscuros
que rondan el agusanado cuerpo.

Cómo sudan
las panteras
con el cuero de la hienas carroñeras
enhebrado entre colmillos,
goteando risas
calladas de sangre.

El hedor
y la pesumbre
de humedad sucia
con lo negro de la sombra
se hacen dueños.

Nada escapa
al hueco absurdo
de las fieras
ardiendo riñosas y doblegas
comiendo los flecos
de las hienas
que habían ya quitado
su porción a los caranchos.

Ya se oyen
a lo lejos
y a lo cerca
las batidas de vampiros.

El edema
ensangrentado
del banquete
mantenía sujeto al taburete
hasta al más celoso
de los cerdos.

Comían y comían.
Lo obscuro se adentraba más y más.

Pero un rugido feroz
que consiguió alzar
la pesadumbre de follajes
que ocultaban el arriba
irrumpió en esa parte de la selva.

Era el rey
majestuoso su porte
y valiente su mirada.

Fervoroso
su aroma de manada
y enclavado su espíritu
de braveza
con la manera que andaba,
no aguantaba su tristeza
del más fuerte temblón
ni la encorvada bandada
ni la pereza del oso.

El león
se abrió paso
entre las fieras lastimeras
y comiose de un zarpazo
al total de las panteras.

Con los cuervos
se hizo un guiso
que saló con piel de hiena
y agregó un poco de avena
para cuidar la silueta.

Del oso
usó lo peludo
para dormir en felpudo
una siesta digestiva.

Y terminó la mañana
jugando de sobremesa
una partida de chancho
con su fiel amigo
el hormigo
mientras las hormigas
planchaban
el se adoraba el ombligo.

Pero llegó el oso hormiguero
y el retruco le saló por el agujero.
Ahora dentro del hombre
el hormigo escribe
con ganas
y le sale este poema
como si de poeta
tuviera canas.

Es la inspiracíon estomacal
que produce la verdura
que el oso hormiguero comió
respirándose la luna.

El hormigo
se disuelve
con los jugos de que es presa
y el león se despereza
tras comerse al hormiguero.

Y así uno adentro de otro
van metiéndose y metiéndose
lo de ser presa es un hecho
en esta parte de la selva.

Buen provecho.

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