¡Que todo perdure! –decía ella-
en el instante
que su boca me golpeaba de eternidad
y el eco de su voz
en la sombra del aire se perdía…
¡Mi alma junto a su alma…!
Las manos incesantes hacían su paraíso
entre su vientre
y los algodones que se formaban
en el aire.
¡Que siga lloviendo! -gemía- cada vez
que sus raíces y las uvas de su cuerpo
se anegaban
bajo la luz desesperada del otoño.
Ante tanto ruido alborozado, los diablos
infelices
se juntaron
y todo acabó en la tumba de un adiós.
- Autor: Matias 01 ( Offline)
- Publicado: 6 de diciembre de 2024 a las 08:48
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z., JAGC, EmilianoDR, El Hombre de la Rosa
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