Engreída la rosa irguió su tallo
cuando el rocío en ella se posara,
y fue él, de su belleza un fiel lacayo
que el fino terciopelo acicalara.
Mas transformó su beso en un desmayo
el sol, que con el alba despertara,
secándole a la hermosa flor luciente
el llanto, que el amante le regara.
Nada dura en eterno, nada dura.
Porque a todos llegará ese momento
de perder por completo la tersura.
- Autor: El (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 8 de diciembre de 2024 a las 14:41
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 26
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, JAGC, EmilianoDR, Mauro Enrique Lopez Z., ElidethAbreu, alicia perez hernandez, Alexandra L, pasaba
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