Regreso al Edén

solitario del silencio

 

Por sendas infinitas, alma mía,

Hallé un portal donde el tiempo se extingue.

Allí, en un Edén de luz y alegría,

A Hércules, mi fiel amigo, distinguí.

Con saltos y ladridos, cual niño feliz,

Corrió a mis brazos, mi alma a consolar.

En aquel instante, cesaron mis dolores,

Y juntos volvimos a empezar a andar.

Por verdes praderas y dorados caminos,

Ascendimos juntos, sin temor alguno.

En cada abrazo, mil promesas divinas,

Y en cada caricia, un amor eterno.

Mas el sueño se rompe, y despierto llorando,

Con el alma partida y el corazón roto.

Aunque la vida sigue, mi amor sigue volando,

Hacia aquel Edén donde mi fiel está esperando.

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