CUANDO EL SOL ARDE

LERKEV

Esta semana estuve perdido entre las alfombras de la vida,

sentado, observando el paisaje que el destino me ofrece.

No fue un cambio, ni siquiera un giro en mis días,

todo sigue siendo monótono, aún cuando siento el aliento de un nuevo amanecer.

 

Tal vez sea la conciencia quien marca la caducidad de las cosas,

poniendo valores que no se pueden contar con los dedos,

y precios inalcanzables para nuestro paladar.

 

Pero ¿Quién soy yo para juzgar la ruleta del destino?

El futuro se me escapa, invisible,

a pesar de que el sol decidió visitarme,

y las nubes blancas eligieron no volver a su lugar.

 

Me pregunto si el sol guarda la respuesta,

o si decidió arder ante mi búsqueda.

Y las nubes, cómplices silentes, parecen saber

de mi exploración interna,

como si ocultaran secretos que solo el viento se atreve a susurrar.

 

A veces me siento como una sombra frente al sol,

deseando vivir, pero sin saber cómo.

El sol sigue su curso,

brillando, indiferente,

con o sin mí,

con o sin mis preguntas.

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