El cobre de los andes

Leoness

El férreo traqueteo del tren

me despertó de un dulce sueño, del

nevado cobre panorámico rocoso

al azul del brillante cielo

 

La marcha se detiene

En la solitaria y fría estación.

Los adoquines sueltos, rotos,

nadie mira salvo la curiosa llama

 

El reloj, en su caja de madera,

señala el temprano mediodía;

tras los cristales de una ventanilla,

una mujer me invita a pasar.

Es la capataza de la estación

 

En la sala de espera, nadie.

Una puerta se abre y aparece,

ella, azabachados largos cabellos,

sus labios firmes, sensuales

 

Sus alegres ojos, color del jade,

dominan la inmensidad andina

en su profunda y grácil mirada,

en su potente figura se trasluce

una inmensa humanidad

 

Nuestras miradas arden nuevas emociones

que reconocen nuestra complicidad.

Su belleza, aún me sublima y enamora

en este lapso, la nueva aventura

 

El cálido beso de sus fríos labios,

el rosado efluvio de la dorada piel,

rubor en sus frescos pómulos,

sedoso tacto de cabellos alborotados

 

El abrazo en nuestros cuerpos

en un esperado impulso,

fluyen recuerdos, desperezan neuronas,

el calor se transmite y atraviesa

 

Sus firmes senos, su cintura,

sus manos sobre mi cara.

Nos estremece casi hasta el llanto,

y de la emoción, a la hilaridad

 

Del frío al calor de la sorpresa,

al furor; el tren sigue su marcha.

La nieve intenta ocultarnos,

la emoción nos impulsa pervivir


El recuerdo hecho realidad. Y

ya comprimidos bajo el pedernal

de la sierra madre, nos hierve

el plasma, nos admiramos, caminamos

¡El cobrizo calor de nuestros cuerpos derrite la nieve bajo la abrupta cumbre!

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Comentarios +

Comentarios1

  • Alexandra L

    Bellos versos, poema cálido, de una grata lectura, gracias por compartir.

    Saludos, feliz dia, Alex.



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