De la densa niebla en aquel frío atardecer
broto aquella mano de largos y suaves dedos
que toco mi hombro y me hizo estremecer.
Me quede inmóvil por un par de segundos
y en ese instante sentí unos sensuales labios
susurrando a mí oído con un cálido aliento;
te amo tanto que te daré la muerte
como el regalo más grande que pueda darte,
porque sólo en ella son inmortales los amantes.
y lo último que sentí, fue el acero traspasando mi carne
y solo pude exhalar un último suspiro por esos labios amantes.
- Autor: Caballo Negro. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 15 de diciembre de 2024 a las 20:26
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 20
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., ElidethAbreu, El Hombre de la Rosa, pasaba, Pilar Luna
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