Como en una segunda reivindicación de los romances,
murió para nacer desde el final.
En su vértebra carpintera nace el incienso
que congestiona todas las plazas e instituciones.
Está en el agua potable,
en el lecho de menstruantes corazones,
está en la cocina,
está en los hoteles y cafés,
está en las grandes carreteras
está bajo tu almohada, está entre tus muelas.
No te traerá millones al menos que mueras temprano
y lo levantes como una quimera, un mito.
El tarot de los oráculos guaraníes,
está inscrito en el corazón.
Figuras y cifras salen a la luz pública,
escritas todas al reverso de las cintas,
las cintas sobre los malditos brujos del payé.
Llámalo Señor de la Muerte, Santo Esqueleto.
Señor San La Muerte, espíritu esquelético.
Poderosísimo y fuerte,
por demás como un Sansón indispensable (bis).
Para aquel que en amor me engaña,
pido que lo hagas volver a mí,
y si desoye tu voz,
extraño buen espíritu de la buena muerte,
hazle sentir el poder de tu guadaña (bis)
Ven ahora, con un candelabro de velas rojas,
si la palabra incógnita detrás de las cintas es amor.
Ven, con un candelabro de velas blancas,
si la palabra incógnita detrás de tu vida es sacrificio.
Ahora ven, con un candelabro de velas negras,
si la palabra incógnita detrás de tu vida es odio.
Más allá del corazón, la muerte.
- Autor: Salvador Galindo (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 23 de diciembre de 2024 a las 08:46
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 10
- Usuarios favoritos de este poema: Mauro Enrique Lopez Z., EmilianoDR
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