Mil setecientas mujeres

Endimión

Si hubiera que descifrar a esa mujer, yo jamás acabaría, se me acabaría la vida y no existíria una medida tan amplia de tiempo, tendría que haber mil setecientas mujeres en su mujer, unas más, unas menos, mil setecientas mujeres para descubrir y no aburrirse, cada día era algo diferente con esa mujer, no sabías de lo que te podías encontrar ni con quién ibas a hablar, a veces te quemaba como si cambiara su piel de mujer por lava, y a veces dulce, tanto que daba miedo abrazarla sin quedarte pegado, tan bondadosa era su mujer que podías alimentarte de ella y dejar sobras, era tímida, no tenía amistades y muchas otras veces te alejaba sin más, como si de un lindo secreto se tratase estaba bien escondida sin saber de la realidad, tenía laureles por cabello y eran tan lindos que los odiaba y unas de sus mujeres decidía desenredarlos y parecer aún más linda si es que había posibilidad, era tan misteriosa como sus manos esas pequeñas, mismas que cargaban una pulsera que jamás se habia de quitar, en cada mujer guardaba un secreto, tantos que bastaba hablar un poco para que te los empezará a contar, tiene un hoyuelo en su mejilla izquierda y lo esconde bien, a plena vista, si quieren verla feliz háganle ver que lo notan y los amara también, con piel trigueña una de sus mujeres escondía fantasías que si la vieran tan tierna no podrían imaginar, odia tanto como ama estar sola y ama tanto escuchar y ama tanto callar que una de sus mujeres es fría sin igual, pero talvez solo porque yo nunca la pude calentar... Tenía mil setecientas mujeres viviendo en su mujer, y no pude conocer ni a la mitad sin embargo me basto para amarla y con la maldita curiosidad de conocer a las demás, cada mujer protegía a la otra como si una de una muñeca rusa se tratase, nunca tuvo quien la cuidara así que hizo nacer a sus mujeres, las primeras son complicadas o eso me dicen jamás me tocaron, fueron y son sus defensoras unas groseras y otras amables, total que conforme fueras quitando capas te enamorabas más, había mujeres de roble blanco y otras de acero oscuro, había mujeres que anhelaban amar y otras que lo detestaban, sus mujeres ganaron enemigos así como amores, y la gente iba y venía de ella como si de una urbe se tratase, lo cierto es que sus mujeres se quedaban con ella, o se quedaron hasta que yo me lleve una, ya no habla, ya no me dice nada y pocas veces me voltea a ver, pero es mía, solo mía, y de nadie más, aunque esa no era una de sus mujeres, era algo más puro, algo que cargaba en su centro de mujer, me lleve a su niña, mi niña, que guardo en el corazón resignado ya a olvidarla, esperando el día que venga a reclamarla sus mil setecientas mujeres y talvez, robar más.

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  • Autor: Endimión (Seudónimo) (Offline Offline)
  • Publicado: 26 de diciembre de 2024 a las 18:38
  • Comentario del autor sobre el poema: Poema tributo con una gran influencia del poema \\\"Mujeres\\\" de Juan Gelman, para A... 1/3
  • Categoría: Amor
  • Lecturas: 17
  • Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR
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