Estará aquí la resonancia de cascabeles,
el abrazo que alivia,
tu mano sobre mi cuerpo en el reposo.
Un campo está en la apertura de la risa,
insinúa que no puede irse
y mi cuerpo sueña con la danza.
Tenés la gracia predispuesta
de los besos que despiertan el deseo
de no saber nada de lo que sucede.
Una simple palabra que roba
a las circunstancias la forma.
Tiene la palabra niña el sol amplio
que tu infancia preserva,
un campo con perfumes silvestres de la siesta
y el jugo dulce de las frutas.
Puedo sumarme a este espacio
y recorrerte con el sol que me crece
a medida que me interno
en esta danza.
La palabra es el campo,
descompone la esencia de la irrupción
que le da vida.
La sonoridad que recupera me sorprende
porque a veces parece tan delgada
e insignificante la palabra formal
y viniste así
encadenando la sorpresa
abierta en tu mirada
y en el rostro que no pierde nada
de lo que sucede.
El tiempo no puede perderte,
que no puede perderse cuando es lanzada
como sapito por la superficie de una jornada.
Y encendida la crudeza, el desnudo
corta el tiempo y le susurras al viento
y dejas en mi hogar la dicha
que nadie puede reemplazar.
Uso la alegría de tus palabras,
tu sonrisa abierta en mi vida
y entonces puedo contar contigo,
sé que retienes un aura
pese al dolor, puedes entender
que esta conciencia de que en el aire
arremolina la experiencia
renueva la intensidad,
el tiempo retoma las agujas
palpitando que no falta nada.
Nuestro hijo tiene la certeza
de que hasta este punto tiene todo
la forma de una madre.
La pérdida de los motivos
que puedan resultar dolorosos,
hasta este punto tiene
la forma de una madre.
Tienes a mano esta metáfora
que se abre tan inmensa,
inamovible en el rostro.
Siempre fue así,
oyendo burbujas que revientan cerca
y el murmullo queda prendido a la piel.
Cuando escuchas con esta espera
no quieres desprenderte.
Las palabras permanecen en una canción,
en la libertad esparcidas
con la gracia de las burbujas.
Aunque parezcan lágrimas,
es la incontenible sensación
que remueve un espacio,
apuntala la atmósfera para los tres.
El concierto reúne todos los tonos,
los juegos retienen el néctar de los días
y es la sustancia de la que nos construimos.
Es que también te invade la tristeza
y te encuentro entre sus brazos ahora.
Ahora es su risa y la mía,
ahora la fuerza está en su cuerpo,
que no cae tampoco ahora.
Ahora y nunca, porque ahora entiende.
Entiende
como lo entendí
cuando noté que algo ocurría
en silencio, con nuestro amor.
Entiende
cómo el tiempo lo puso en el lugar
que tu amor estuvo pensando.
Es que empiezas a entender y lo comprendo
cuando se engarzan las piezas
temblando en la intemperie de las personas.
Puedes llorar, y lloro en la orilla.
Contemplo el gran lamento desde la orilla.
La música está cruzando las laderas.
Él no necesita que le digas qué estás escuchando,
él está temblando también
frente a las teclas del piano
porque en alguna parte está nevando.
El frío intenso helando los dedos
no los deja sin movimiento,
Estamos en el sendero impredecible,
en la dirección que ambos nos convertimos.
En ese culto,
con un lenguaje que nos sale,
con lentitud y pausas
nos embarcamos anhelando
que se engarcen los sonidos,
el campo y la libertad.
Está en tu boca, en los espejos,
en las manos, el sol que nos acompaña.
La emoción es un libro intraducible
que sucede en cuestión de segundos
con el blanco radiante
de la sonrisa que viste tu rostro.
José Luis Galarza ( Argentina, 2019)
- Autor: J.L.G. (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 27 de diciembre de 2024 a las 17:40
- Categoría: Sin clasificar
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