Atrapa musas (monólogo)

La imaginación viene de paso y sin dirección

¿Has logrado explotarla ya?

Aún permanece la cámara del otro

en marcha su voyerismo particular

y quizá artificioso, como cabeza en alcohol,

pues me niego rotundo a renunciar a su filme

o es que no me considero precisamente yo

o solo deseo ser mi propia caricatura.

¿Quién empuja, quién me empuja a ver y no observarme?

Me siento loco, un eco físico de mi ausencia.

A veces no logro dar con mi órgano

pero es mi visión la que crea esta complacencia

y cada imagen se revuelve con su otro.

Automatizado, vuelco todo contenido

y me sorprendo en un motín de aniversario

¿cómo es posible así la cámara de un otro

sufriendo esta especie de bromas

como si fuese más bien de un extranjero?

En verdad, mis errores inspiran antipatía en creces.

La manía de ser siquiera algo es mía,

y el autor se multiplica al cien por ciento,

hambriento por su metro cuadrado

único lugar en el universo, quizá,

donde puede dejarse accionar.

No recuerdo haber escrito así

antes que la imaginación volara y no aterrizara

y la poesía te hace vibrar ante la nada

pero no puedo poseer a la musa en mis palmas sin antes agitarla

y extraer de ella una nueva luz, un nuevo filme para la cámara.

Lo exterior es a mi ser, lo que la musa es a mi red,

puro clímax metarreal, aún más real que lo Real.

Es tal mi tótem y mi mosaico

y aún mi ombligo da señales de antipatía,

lo que significa que de mi intervención agorera

no escapo a la salud de la egolatría.

Y luego desaparezco

como polvo que se saca y revela toda una película,

revelando a mi ausencia hermana,

mi secreto huésped, justamente, el “otro”,

aquello que viene de paso y sin dirección

pero que es todo imaginación.

Y si ya no resta consenso ni suerte

¿soy yo en totalidad mi propia cámara?

¿soy yo en totalidad mi propia musa?

No, la visión aún circunda 

siendo el otro, queriendo lo otro.