A hueco

Alberto Escobar

 

Sabes a hueco. 

—Luna Miguel. 

 

Tus besos, sí,
saben a hueco, 
tus ganas, huecas,
tu decir hueco y
tu falta de interés
vacía de solemnidad.
Hueco, tu entorno,
tu nacimiento
de cada día, sin meta,
sin propósito aparente, 
el sol te pide cuentas
y tú no haces otra cosa,
no se te ocurre, que rasgar
 en su cara los debes
y los haberes que abriste
cual propósito de fin de año
el año pasado hasta bajar
de vergüenza la mirada, y 
dar la callada por respuesta. 
Tus caricias, también huecas,
pero de una oquedad simática,
profunda como los besos
que yo te di y que se tuvieron
que derramar porque no hallaban
habitáculo suficiente a su grandeza
y tú, ni corta ni perezosa, no se te
ocurría otra cosa que defenderte
atacando, y sacar como bandera
blanca los trapos sucios de antaño. 
Tus besos, sí, 
saben a hueco, y aún hoy,
en la construcción ilusoria
que un recuerdo supone, siguen
sabiendo a hueco, y tan hondo
es el sabor que me recuerda
el olor a cañería que a veces,
de repente, brota de mi inodoro
de mañana temprano —cuando 
el espejo es testigo de los cortes
que sobre la cara me practico
a propósito de un mal afeitado—. 
Sí, y ese maldito sabor
no se me quita de las papilas
palatales. Todo me sabe a hueco...

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