“Las rosas,
tienen sus espinas
para advertir el cuidado
de su belleza.
Hay espinas
guardianes del agua,
como el cactus en el desierto,
como el silencio custodia las palabras.
¿En la ciudad que cuidan los habitantes?”
En medio la inmensidad del desierto,
como una mano desde la arena,
un cactus solitario,
el joven se acerco
sus dedos como hilos en la brisa
tocaron la piel de espinas,
“No todas las espinas son resistencia,
son el anticuerpo de su hábitat,
como el agua a un sediento eterno”.
Con cuidado,
Rasgo la corteza,
El agua del rocío,
emergió como un rio débil
desde las venas del cactus,
este diminuto manantial
sostenía la inmensidad,
sostenía lazos de vida.
Bebió con la calma del silencio,
entendía que en algún lugar
la vida guarda un regalo,
pero también guardan dolor
para que aquellos que buscan
con una llama de pasión,
incluso lo más arisco,
contienen un hilo de dulzura.
¿Cuánta dulzura hay en las calles
de una ciudad liquida?
Quizás, como en el desierto,
la vida se esconde en paredes de hierro
como espinas, separa los cuerpos,
pero en las grietas del asfalto,
el mismo rocío
que da vida al cactus.
- Autor: OscarCampos ( Offline)
- Publicado: 28 de diciembre de 2024 a las 11:30
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 17
- Usuarios favoritos de este poema: EmilianoDR, alicia perez hernandez, ElidethAbreu
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