A Primera Vista

Jean Amador

Se abren como el amanecer hiriendo el horizonte,

una cicatriz tallada en el aliento del invierno—

una dulzura lo bastante afilada para sangrar,

pero demasiado frágil para ser nombrada.

 

No rosas. No.

Algo indómito:

el borde tembloroso de una marea

donde el coral corta la luz de una tormenta,

donde el aliento colapsa en silencio

y las sombras se arrodillan para besar el fuego.

 

Su curva es un archivo de verano,

labios robados de un fruto prohibido,

promesas más antiguas que el pecado,

derritiéndose antes de que el lenguaje

pueda sostener su forma.

 

El tiempo se deshilacha en su sombra

cómo un físico ebrio olvidando sus fórmulas,

cayendo en la geometría perfecta

de su lenta e inevitable apertura.

 

Los observo tejer palabras

de trueno y fuego,

sílabas que saben a miel

quemándose bajo la lluvia—

una letanía de pequeñas muertes

que acogería una y otra vez.

 

Déjame trazar su cartografía

con la fe de un cometa que se desmorona.

Déjame desaprender el lenguaje del cielo,

hasta que mis propios labios respondan

con el fuego que sobró del beso que nos daremos mañana...

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