Una flor silvestre,
al borde del acantilado,
el viento parece quebrar
su flexible tallo se arrodilla,
pareciera escuchar el canto del vacío.
La fragilidad,
no es debilidad, nos sostiene,
escuchamos su canto
percibimos su aroma,
donde nace un manantial de agua”.
El habitante de la ciudad,
calla, hasta cierra sus ojos,
atrapado en su silencio,
atrapado en su miedo,
y su mirada atascada en vitrinas,
como el polen diseminado sin huellas.
En la amplitud del desierto,
el joven escucha una voz,
“soy un animal atrapado
en las grietas del silencio
despierto al crepúsculo,
cada día busco la memoria,
como un dios diminuto,
que decide beber una copa,
un elixir de mi cuerpo,
así la fragilidad es un dulce
acero, como un hilo de agua,
nutre mi cuerpo desértico.”
El escorpión desapareció:
“A veces, quien teme,
olvida la fragilidad,
alimenta tu alma,
el peligro deja de ser agridulce,
como la vida breve,
la fragilidad te sostiene
en el abismo.”
La ciudad guarda en las esquinas
las preguntas y lo miedos
pero el asombro deteriorado
casi olvidado, se sostiene
en una telaraña.
La fragilidad respira en una grieta,
que guarda el agua que se desliza
esperando ser hallada.
- Autor: OscarCampos ( Offline)
- Publicado: 30 de diciembre de 2024 a las 00:09
- Categoría: Sin clasificar
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: El Hombre de la Rosa, EmilianoDR, alicia perez hernandez, Mauro Enrique Lopez Z.
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