Siénteme

Alberto Escobar

 

No te quiero,
ya no más. 


—de un ciego
                           a un tuerto. 

 

Siénteme las manos, 
son tuyas, tuyas 
de solemnidad, 
y que el aroma 
que mi piel te exhala
impregne el cómo te miro,
—si la flor pudiera cifrarse
en pétalo— y que así,
con una electricidad cayendo
vello abajo, alcanzar a comprender
lo que una caricia conlleva, 
si es una oquedad hueca, o un carecer
de luz y de fuego cuando el frío
arrecia y se precisa un vivirse cerca,
un abarcar un mar abandonado
a la deriva, naufragado, muerto. 
Siénteme las manos, dame las tuyas,
tu ser una mota de polvo 
en la reducida inmensidad de un abrazo, 
e, ipso facto, que firmes un contrato 
de propiedad exclusiva, una linde
alrededor de tus mangas que impida
de acceso la insolencia de otras manos, 
extrañas, extranjeras a tus poros, 
y si tu flor algún día se marchita, 
sin agua que llevarse a sus raíces, 
di en voz alta que me buscas, que el frío
que está quemando tu piel precisa
de la urgencia del calor que de la mía surge,
y hasta el tuétano entregarte y que sin mí,
sin mis oquedades de queso emmental, 
no sería dable ecuación algebraica alguna
que dé como resultado tu felicidad 
y la mía al unísono, en consonancia. 
Siénteme las manos, mándame 
las tuyas por whatsapp aunque fuese, 
que yo me engañe y sienta tu caricia, 
que el poder que dicen de la mente
se demuestre en esta ocasión y se ericen
mis ganas de tanto gusto, y asimismo las tuyas. 
Siénteme las manos, y otras cosas...
que la vida es breve, y el amor, lento. 

 

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