La tarde ardía con el calor del verano,
el deseo nos devoró por completo,
como llamas danzando en un incendio sin fin.
Tus labios estremecieron mi ser,
mi piel, encendida, clamaba a gritos que
arranques la ropa que me ataba a la cordura.
La adrenalina corría por mis venas, salvaje, indomable
mi pelo se soltó y jugó en tu cara, me sentí insaciable
no pude ocultarte mi sonrisa, triunfante, por que logré rendirte a mi juego.
Mis muslos se entregaron a tus manos,
y cada movimiento mío, un baile,
te arrancaba suspiros,
convirtiéndote en mi único espectador.
Tus dedos, como fuego vivo,
dibujaban caminos en mi espalda,
y cada trazo encendía interminables temblores.
El deseo no conoce de límites,
no obedece a razón alguna,
solo al ritmo frenético de lo voraz.
Sentiste mi canto en tu oído,
un gemido suplicante que imploraba por más.
Me movía como si mi cuerpo fuera
una melodía hecha para tu ritmo,
fui una bailarina sin descanso,
entregada por completo a tu danza.
Y sin piedad, me hiciste besar tus heridas,
dejaste que mi deseo me consumiera,
y cada suspiro tuyo me erizaba la piel,
como si el verano entero viviera en nosotros.
- Autor: Luna Noir (Seudónimo) ( Offline)
- Publicado: 3 de enero de 2025 a las 00:14
- CategorÃa: Erótico
- Lecturas: 15
- Usuarios favoritos de este poema: Josué Gutiérrez Jaldin, ElidethAbreu, Mauro Enrique Lopez Z., Lualpri, nachosol, PoesÃa Herética, alicia perez hernandez
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