Divagando en pensamientos.

Emilio Barrios

Me zambullí en una especie de lago donde se cruzan la verdad y la mentira.

 

Esa sensación indescriptible, parecida a como drogarse con morfina, que va desde el alivio hasta perder por completo la noción de la vida.

 

Sigilosamente camino por las calles del tormento sin que pueda cauterizar esta herida que sangra por dentro, tanto de noche como de día.

 

Para mí es como una simple rutina que me abofetee la vida, ya sea por hacerme una broma o para despertarme de mi agonía.

 

El amor para mí es como la rueda gigante de los parques de diversiones; a veces me eleva en lo alto y de repente me precipita hasta al ras del suelo.

 

Mi único consuelo es detenerme a observar cómo se aman ciertas personas, ya sean amores reales o estén fingiendo.

 

Porque lo que yo siento es como si fuera que me han quemado vivo y me han enterrado en una profunda fosa.

 

Pensar en correr no fue siempre mi mayor deseo; aunque no lo niego, mi amor siempre fue ciego.

 

Volé hasta el cielo viendo esos paisajes hermosos que deslumbraban mis ojos hasta que caí y me estrellé contra el suelo.

 

Mis sueños siempre fueron esas oscuras pesadillas que me despertaban de madrugada sudando frío como hielo.

 

Nadie nunca, por mal que estuviera, me daba un abrazo por más que a leguas se notara que estoy sufriendo; es más, me acostumbré al destierro.

 

Lo cierto y lo concreto es que mi corazón sufrirá todos mis tormentos hasta el día en que deje de respirar y caiga muerto sin remedio.

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